jueves

DERROTA



Uno nunca debería sentirse derrotado en el río, aunque se acabe de romper el sedal y al otro extremo nade libre el pez de tu vida. Aunque en toda la mañana hayas visto una jodida trucha y el agua te parezca un espejo borroso y muerto. Aunque tus reflejos o tus fuerzas ya no sean los de antes y al vadear te hayas caído al agua y ahora estés en pelotas y escurriendo a conciencia los calcetines. En el río no hay éxito o fracaso. Nadie nos aplaudirá, ni nos dará palmaditas en la espalda, ni alabará nuestra pericia y nuestro arte por las truchas tocadas. Tampoco nadie abucheará nuestros tropezones, enganches o bolos. Al río no se va a ganar a nadie, ni a derrotar a nadie, ni a competir contra nada. La derrota y el triunfo están en otra parte, en otra dimensión, en la vida allá lejos, en la ciudad, donde un nombre, una profesión, un reconocimiento, unos objetos nos disfrazan de otra cosa, justo de lo que no somos.

Estos días, meses, tal vez años, estamos como diría Claudio Rodríguez “en derrota, nunca en doma”.  Derrotados por tantos desastres que nos tocan, muchas veces vencidos, pero nunca domados. El pescador a mosca es un tipo resistente, casi incansable, prendado de la locura de los ríos, caminando siempre aguas arriba, contracorriente. Derrotados hoy, pero no junto a esta garganta. Quizá por eso volvemos, porque en el río nos sentimos libres, autosuficientes, independientes, fuertes. Tal vez sea este el secreto, sentir una forma de libertad muy concreta que tocamos con la punta de los dedos durante muchas horas, que podemos saborear despacio y que cuesta bien poco. Claro que nos sentiremos muy bien si pescamos muchas truchas, mejor grandes que pequeñas, mejor luchadoras que dóciles, mejor en lances complicados que fáciles, pero no dejamos de tocar esa preciosa libertad si nos volvemos a casa alguna vez bolos y sin besar escama. Durante esas horas de agua nada nos derrotó. Y si alguna vez, en la pelea, se fue la trucha grande ganando su libertad, dejándonos rabiosos y perplejos, nunca pensamos “he perdido” sino “ya te pillaré otro día, otra semana u otro año y serás más gorda”.

Le explico al hijo pescador porqué los pescadores a mosca siempre vamos río arriba, contracorriente. No por luchar contra el agua sino porque allí nunca hay derrota ni tristeza.



martes

FUTURO II


Me sorprende el primer sol a pie de agua, tocando truchas, envuelto en soledad, tomillo en flor, agua muy limpia. Mis ríos mantienen frescos los recuerdos de los que se fueron. En ellos siento mejor que en ningún sitio que estoy vivo. De ellos obtengo dicha, placer, felicidad, que son cosas distintas.

La idea no es dejar los ríos como están para las generaciones futuras sino dejarlos mejor, con agua limpia, con caudal, con peces sanos, salvajes, autóctonos… Y sobre todo que puedan ser conocidos, valorados y hasta usados, sin que su uso implique destrucción o degradación, por todos los ciudadanos. No se trata de proteger determinados santuarios prístinos de visita prohibida y que el resto de los ríos o del río sea una mierda, sino de recuperar todo su cauce, desde el nacimiento a la desembocadura. Dentro de cien años nadie va a entender porqué no nos importaron nuestros ríos, porqué los contaminamos, secamos o embalsamos para el peculiar beneficio de unos pocos. Hoy ya no lo entienden muchos.


La libélula vivió parte de su vida bajo el agua y ahora vuela.



jueves

RESPIRAR


Le gusta la lluvia torrencial, casi furiosa, con ganas de mojar hasta el alma caliente de la tierra. Ver el agua tras el ventanal grande, escucharla abrigado con un libro de historia de la Tuchman o de Fermor. También estar fuera, en la intemperie, respirando como enfría el paisaje, en la orilla del río sintiendo la crecida antes de que se enturbie la corriente, y después, cuando llega a rugir como una risa loca y ronca. O dentro de un viaje largo, conduciendo a la velocidad que le dejan las gotas. O de noche, a eso de las tres, alborotando la oscuridad cerrada, intentando despertar la luz sin conseguirlo, pero a ti sí y abres los ojos con asombro, igual que siempre, da igual que tengas cinco o cincuenta años.

También hoy, bajo un cielo oscuro y tormentoso en medio de la mañana, en medio de la garganta o en medio de la vida. No tan en medio. Nunca hay equidistancia. Siempre estamos pisando la otra media, siempre cerca del borde, a un paso de nada aunque no le importe o lo olvide o lo ignore o se encoja de hombros. Ha puesto una seda negra y pesada que se hunde rápido y un pequeño zonker también negro con cabeza de plata y brillos verdosos. Recoge a pequeños tirones. Sólo toca las pozas hondas y los tablazos estrechos en los que el tiempo ha cortado el granito hasta pulirlo como piel, desnudo hasta de liquen. Luego el tirón brusco, esa dureza furiosa, una resistencia bruta. La suavidad del sedal que se escapa entre los dedos mojados. La lluvia que arrecia de pronto como aplauso. Haces equilibrios sobre las rocas, orilla arriba, en paralelo a la carrera de la trucha. No sabrías decir si hay más agua en la corriente o en el aire. Respiras agua. O casi.  No querías tenerla ahí en la sacadera, hubieras estirado todos esos pocos segundos por unos cuantos miles. No querías verla. Te gustaba tenerla bajo el agua, sentir que sólo era un concepto, un misterio abstracto, algo que pelea contra ti. Sin identidad ni colores, sin saber de su tacto y su derrota. O la tuya.

Ahora en la ciudad la lluvia sólo ensucia, hace barro fino con la contaminación y el tiempo derrochado, sin sabor, de tantos miles de incautos que siguen creyendo que están en medio aún o en el centro de todo. También tú. La mañana que viviste ayer se ha convertido ahora en un puñado de palabras escritas, en un rastro de colores desvaídos que ya se pierde y no tiene fuerza, ni calor, ni brillo. Aún así te empeñas en intentar guardar algo de ese día. Te sirve conservar sólo el olor de la lluvia en tus pulmones esas horas, el bosque de ribera y el monte saturados de agua o esa voluntad tuya de antes de que la trucha mordiera, esas ganas de dar con ella, de burlar el frío y el cansancio con arrogancia. De saber que en una hora más de lluvia torrencial el río enseñaría su rabia y su belleza.





martes

MATESANZ


Ni recuerdo cuando me la hice ¿Más de 25 años? Siempre va conmigo en la cartera. Así no hay que preguntar nada a nadie y los órganos, si valen, irán a quienes los necesiten, todos. Nunca se sabe cuando se acaba esto, una hostia con el coche la tiene cualquiera, así que hay que estar preparado. Soy poco chovinista. La Marca España es una mierda en casi todo, pero no en Sanidad Pública y no en trasplantes. En eso somos los mejores. España es líder mundial en donaciones de órganos de personas fallecidas, con cuarenta donantes y más de cien procedimientos de trasplante por cada millón de habitantes en 2015, según informa un estudio científico desarrollado por la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) y publicado hoy en American Journal of Transplantation. Y los datos del 2016 son mucho mejores. Mira, por ejemplo, tengo dos amigos y una amiga de la infancia trasplatados, por fin sanos y felices. A Rafael Matesanz, creador de la ONT, habría que ir poniendo calles con su nombre en todos los pueblos y quitar de una vez el nombre de tantos matarifes.
Lo que no sirva de lo que ya no soy se convertirá en ceniza y en abono de un alcornoque enorme al que nunca han sacado el corcho, con vistas a la poza del águila y al torrente donde he sido feliz miles de días. Es la parte de postureo que tiene uno, que quiere sentirse pescador hasta fiambre.

http://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/actualidad/las-claves-del-liderazgo-espanol-donacion-trasplante-organos_11016