viernes

AMANECER



Antes del amanecer, los pasos en la hierba, las sombras aún sin colores, el trote rápido don raposo que llega tarde a desayunar, el camino invisible que hemos ido haciendo todos estos años siguiendo los versos de Machado, la caña preparada, las encinas, los madroños, las jaras, los brezos convirtiendo la senda en un prodigio. Y luego, por fin, desde lo alto, la curva del río que se pierde por encima hasta las Tres Juntas y se dobla por abajo sobre el charco del Águila haciendo allí la música del agua más potente.

El sol habrá salido en alguna parte porque la ribera comienza a destilar mil verdes apagados pero el agua sigue siendo un espejo oscuro. ¿Hay algo más misterioso que estos instantes?

Nos repartimos la garganta, cada cual a sus zonas predilectas, nos separamos, caminamos por fin solos y el sonido del agua será todo el día un abrigo, un compañero, un susurro que nos dice dónde y cuando picarán las truchas grandes.

Esos minutos largos antes del amanecer, cuando aún no he lanzado, cuando camino rápido por la senda invisible hasta mi parte de río, siento que nada me pesa, ni me vence, ni me seca y soy el mismo de siempre. Adivino donde se está dando el primer baño del día doña nutria, cuando van a doblar los patos en el cielo, saludo a la señora garza y no hago caso de las protestas de mamá jabalí que anda por ahí, en su cama de helechos viejos, remolona. Los sauces y los álamos siguen dormidos, pero no importa, también los voy saludando a todos con la mirada como a los viejos amigos que no necesitan palabras para entendernos.

No sé lo que pensará en este momento mi hijo el pescador, que camina delante de mi, que aún me acompaña. Cada uno tiene sus misterios y sus ojos para mirar el mundo y respirar la vida que nos da el agua 

No hay comentarios:

Publicar un comentario