Cada pescador tiene su río. Crece junto a él y dentro de él va aprendiendo la forma del peligro y de la dicha.
Cada pescador tiene su torrente. A él vuelve año tras año hasta
aprenderse de memoria su forma, sus sendas y sus pasos bajo el agua.
El mío es este. Durante mucho tiempo guardé en secreto su nombre y
sus tesoros. Desde su nacimiento en la sierra hasta su despedida en otro río
más manso no hay rincón o poza que no haya mirado muchas veces, primero con los
ojos del niño que fui, luego desde la arrogancia de la juventud y ahora con la mirada de quien conoce el dolor del tiempo o su sabor dulce.
El mío se llama Jaranda y ya no lo guardo sólo para mí, cualquiera
que toque sus aguas, que cuide sus corrientes y que respete su forma es
bienvenido.
Cada pescador tiene su río. Junto a él y dentro de él va
descubriendo la forma de la belleza y todo lo que cuesta ser soberano de
nuestro propio y siempre escaso tiempo.
Cada pescador tiene su torrente de montaña. En él se sabe libre y
seguro, protegido y cómplice.
El tuyo también es este. Porque nada de este mundo tiene dueño y todo es un regalo.
Volverán los glaciares que arañaron el granito de esta montaña,
pasarán mil años y luego muchos más. Tal vez seguiremos pescando aquí, tal vez
no. Pero mientras tanto, en la chispa que duran nuestras vidas, respeto cada
una de sus piedras y corrientes.
Antes pescó en él mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre. Y ahora pisa
en su arena mi hijo. De ellos y de nosotros no queda nada en sus piedras
pulidas. O sí queda algo, tal vez eso, un tacto invisible o una voluntad que lo mantiene para
tí aún salvaje, sin suciedad, sin sequía, sin presas.
Cada pescador tiene su forma de tratar el agua. Y la forma en la
que trata el agua es la forma en la que se trata a si mismo.
Jaranda también es tuya, aunque nada de este mundo tiene dueño.
Volverán las crecidas que han formado sus corriente y sus pozas, pasarán mil
años y luego muchos más. La humanidad tal vez siga viviendo aquí, tal vez no.
Pero mientras tanto, en la chispa que duran nuestras vidas, si vienes a pescar
en ella, cuida de su agua y de su libertad.
Es una gran reflexión. Todos tenemos en el corazón, el río que nos vió nacer como pescador.
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