“Un hombre cuenta sus
historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias.
Siguen viviendo cuando él ya no está. De esta forma, el hombre se hace
inmortal.” (Big Fish. Tim Burton.)
Bajamos río abajo buscando su final, pero los ríos nunca
terminan, acaban en otros ríos y en otros y en el mar y en una nube y en un
arroyo y en el río. Descansamos junto a unas ruinas milenarias tartésicas,
iberas, romanas, árabes, medievales, nuestras. Junto a un bosque de encinas
muertas el año que yo nací. Muchas tenían quinientos años, hubieran llegado a
mil, quién sabe si a más. El agua estaba fría. El aire más limpio que el
aliento de un recién nacido. Comimos un bocadillo de jamón junto a una piedra
de moler de mano que hace muchos siglos trituró trigo para hacer otro pan no tan
distinto. Dejé la caña junto los restos de una vasija romana que guardaba
aceite o almendras o nueces o vino o quién sabe. Cruzó una cierva a veces tímida,
también curiosa. El hijo pescador estaba al lado, asombrado, atento, tranquilo,
despierto, sabía que feliz. No pescamos nada. Tres grandes carpas comían en un
recodo. Las asusté con un lance demasiado ambicioso. Caminamos juntos unos
catorce kilómetros por sendas perdidas hasta llegar a donde el gran río entra
en un embalse triste y el pequeño río desaparece en un llano desértico antes de
pasar por el pequeño puente romano donde duerme un gran duque y un grupo de
bulliciosos murciélagos. Una vez el gran río corrió por aquí bronco y rápido. Corrió así milles de años hasta que lo paramos. Me sentí en
paz. Sin ninguna otra ambición más que respirar ese aire y mirar lejos, allí donde
miraba el hijo pescador. El tiempo parecía estar al margen, ajeno a nuestros
pasos y al sol. Nos reímos. Hablamos de películas, música, libros, tiempos
antiguos, ese futuro presentido. Del actor que hace de padre en Big Fish y que ha muerto. De lo único que importa. De la gran carpa que
se fue. De la primavera deseada, por llegar. De nada. Un hombre cuenta sus historias
tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Y en un gran pez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario