lunes

HUEVOS FRITOS II


 La sala del museo de Edimburgo donde se expone este Velázquez estaba medio vacía. Poca gente se paraba a contemplar a la vieja cocinera, los huevos friéndose en manteca de cerdo, en esa “cocina-infiernillo” que he visto todavía en África y América…el chaval que viene con el melón de invierno, la multitud de chismes brillantes que componen el bodegón... Velázquez pinta este cuadro con 19 añitos. David Wilkie lo comprará en Sevilla por cuatro perras y lo venderá en Londres por 40 libras en 1863. Pasará de mano en mano por la historia hasta que la National Gallery pague por él 57.000 libras de las de 1955. En ese año, en la mayoría de las cocinas de posguerra de España, sigue usándose el fuego vivo, la chimenea y la trébede o la “cocina económica” de hierro los más pudientes. Aún faltan algunos años para que comience a popularizaste esta otra de gas. Si “el amor comienza por el estómago” mal empezamos. Hoy desayuno unos huevos trufados, bacon ahumado, pan sufí y me acuerdo de aquel viaje a Edinburgo a ver a la vieja cocinera que nadie miraba. “Los hombres, especialmente los que han pasado ya la primera juventud, aprecian la buena mesa como una de las principales virtudes femeninas que hacen amar a una mujer”, dice el anuncio. Ese bigotito facha, es barriga de oficinista, esa cristalería como de un Drácula de Paul Naschy… Me quedo con el melón encordado y los huevos fritos de 1618, que me parecen más frescos.


 

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