Prepara el
equipo de trucha. Pone el chaleco en la cama y vacía todos sus bolsillos para
volver a ordenar las cajas de moscas y ninfas, los hilos, líquidos, potingues,
cortahilo, tijeras, navaja, impermeable, pegamento, bobina con línea hundida…
Intenta llevar lo mínimo y necesario pero se van llenando de nuevo todos los
bolsillos.
Ha metido las
nuevas moscas secas fabricadas en este invierno con pata de liebre ártica y las
nuevas ninfas llamadas gasolina por
la lámina plástica iridiscente con la que ha fabricado los cuerpecillos del
señuelo. También clava en las cajas los ninfones gordos y blancuzcos de cabeza
plateada y patas de pluma de pardilla que tan buen resultado dieron en las pozas el año pasado y los pequeños tricos de pelo de ciervo. Y muchas más hasta llenar las seis
cajas.
Ordenar el
chaleco le gusta, lo siente como si estuviera preparando un largo viaje. Le
obliga a ser minucioso y a pensar en todas las posibilidades, variaciones e
imprevistos que tendrá en el río, siempre mucho más previsible que la confusión
y el azar que tiene vivir cuando está fuera del agua.
Tal vez sea
así. Bajar al río es de verdad hacer un largo viaje, no tanto por los
kilómetros de la casa al torrente como por el cambio que se produce en su
percepción de todo, el transcurrir del tiempo, la novedad y la sorpresa que
siempre tiene el campo, la rara sensación de estar muy lejos.
Luego contempla
en silencio como prepara su chaleco su hijo el pescador. Cada cual tiene su
forma de preparar ese viaje. Él no llena los bolsillos, siempre lleva
lo mínimo y nunca le falta nada cuando está a pie de río. Debería aprender de él.
Piensa entonces que lo más
importante es que no se nos olviden las ganas, la pasión, el deseo, el sueño que
a veces surge en medio de la noche de estar ya allí. De todo eso hay mucho
dentro de todos los bolsillos de su chaleco. Lo demás es
siempre secundario.
Todo en la pesca es pesca. Muy bueno
ResponderEliminarEmilio
Gracias E.
EliminarYa que hoy recordamos a Don Antonio Machado:
Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Los viajes a los ríos son los que más me gustan ¡y cuánto disfruto el ritual de la preparación!
ResponderEliminarY tanto. El chaleco se queda bastante tiempo sobre la cama y la cabeza dando vueltas y revueltas por si se olvida algo.
EliminarLos más neuróticos y vasos tenemos listas de viaje: lista de pesca de un día, de fin de semana, de pesca de intensivo con los chicos, la de portillo, la de la semana de la trucha,....Emilio
ResponderEliminarQuise decir «vagos»
ResponderEliminarAsí es. Yo me vuelvo loco y eso que tengo tres chalecos cada uno para su destino...
EliminarEl viaje permanece dentro todos los días, a veces es el regreso a un recuerdo, a veces es un sueño tan verdadero que resuena en la cabeza como el tañido de una campana, a veces es real y me pellizco hasta sentirlo para poder creerlo. Siempre estoy preparando ese viaje....Siempre revisando los bolsillos del chaleco.
ResponderEliminarUn saludo!