La generación española de baby boom, los nacidos en la década
de los años sesenta han aprendido en cabeza ajena muchas cosas. Aborrecen de
aquellos inventos llamados “residencias de ancianos”, un grosero apartheid social para que los ancianos
aguarden la muerte con cierto confort lejos de nosotros. Saben también que ningún
Estado de bienestar velará por ellos y que tampoco van a cargar a sus hijos con
su propio cuidado.
Comienzan a
pensar por tanto en compartir casa con los afines, aquellos que les conocen de
muchos años y respetan sus manías, toleran sus extremismos, saben de sus sueños
y perdonan sus debilidades, los amigos, las amigas. Empiezan a idear y
planificar la mejor forma de afrontar esa parte de sus vidas al margen de lo
que hasta ahora se hace con los viejos o con lo que los viejos hacen consigo
mismos.
La idea es el cuidado
mutuo, vivir y convivir con los afines compartiendo también gastos,
necesidades, territorio vital. Venderlo todo, quemar todas las naves y compartir juntos una
casona grande con servicios comunes, pagando a escote la limpieza, el cocinero,
la atención médica… Una casa no muy lejos de un pueblo con servicios y cierta
vidilla, y aún menos lejos de un buen río truchero.
¿Con quién
mejor que con los amigos, las amigas de toda una vida?, los afines, los cercanos, los cómplices.
Ellos, ellas, nosotros, comenzamos a pensar en estas alternativas, en lo que haremos con nuestras vidas cuando
pasemos los sesenta o setenta. De eso hablamos hoy tras compartir unas cuantas
cervezas.
Tal vez
lleguemos a viejos, tal vez no. Pero desde luego, mientras tengamos lucidez y
las piernas nos funcionen regular, no renunciaremos a pescar, ni a meternos en
un río, nunca seremos viejos sedentarios, está en nuestra naturaleza de mosqueros andantes vivir los años del
futuro de otra forma.
Admiro a este tipo de la fotografía, sea quién sea, como
a Guy Roques operado de sus dos caderas y que sigue pescando o a Norman Maclean que
seguía bajando a los torrentes con más de ochenta.
Sólo un matiz: Guy está operado, no de una cadera, si no de las dos... Lo de este hombre es digno de estudio. Todo un "mosquero andante", sin duda.
ResponderEliminarMis respectos, Sr. de la caverna...
Guy le hizo una bella dedicatoria de su libro "mosquero andante" a mi hijo el pescador. El chico quedó muy impresionado por la edad de nuestro artista y su coraje y pasión para seguir ahí, junto al agua. Nos contó que estaba pensando escribir una novela. Ojalá lo haga.
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