Llegaron por fin las lluvias limpiando el aire, el tiempo y las riberas. Las primeras crecidas, las hierba verde, las setas, el frío. Al pescador le gusta perder el tiempo cuando llueve, agarrar un libro, escribir al amigo, enredar con el torno, las plumas y las sedas. Al menos es lo único que pierde con sentido, consciencia y voluntad. Lo demás lo ha perdido casi sin darse cuenta. La dignidad de ser un ciudadano rebelde, la indignación por las masacres visibles e invisibles que, con la coartada de la crisis, perpetra este poder, la necesidad de unirse a otros para cambiar las cosas de raíz, las ganas de salir a la calle cada día a protestar porque el país es ese día y todos los siguientes peor, más injusto, más duro y más estúpido.
A eso se
agarra hoy, que no está en el río sino en la ciudad. Al medio día se escapa a
su tienda de pesca favorita. Le gusta la sensación como de entrar en la
juguetería y en la infancia, el estilo cubista del orden de los colores de
todos los materiales de montaje, poder pasear y tocar sin prisas una caña, un nuevo dubbing o la cajita como de joya de un nuevo modelo de anzuelo. O tener
una breve conversación con A. en la exótica jerga que tienen todos los
pescadores.
Llegaron por
fin las lluvias arrastrando una vez más la basura y la muerte de días anteriores.
Una vez más la tierra nos perdona esas heridas. El pescador recuerda los
rumores sobre el daño que hace el fracking en el invisible y delicado equilibro
que sustenta los fondos de los ríos, la amenaza de que se rompan las capas
impermeables que los sustentan y parte de este agua preciosa se cuele en el
subsuelo para siempre. Tal vez entonces la tierra ya no pueda perdonarnos ese
daño.
En la ciudad
se ve todo esto con lejanía, la lluvia apenas cambia el color del asfalto y los
fastidios del tráfico. Sin embargo el pescador sabe que la lluvia en el campo, cerca
del río, lo cambia todo, pronto nada se parecerá a lo que era, el paisaje será otro
y otros los olores, colores y sonidos. A eso se agarra hoy, a esa certeza. Otros
en cambio no, otros sueñan con romper la corteza del mundo para sacar gas y dinero,
petróleo y dinero, creen que ensuciar el mar o secar un río es sólo un riesgo.
Pues justo esta mañana me he puesto a comparar los datos estadísticos de la CHD de este año (hoy termina el año hidrológico 2012-2013) con los del anterior y son unos números fantásticos sobre todo para los ríos de meseta, los más perjudicados por el estío. Puede ser un gran invierno para la freza.
ResponderEliminarMe pasa igual que a ti, cuando llueve no puedo evitar imaginar esos acuíferos de los que se nutren estos pequeños ríos llenarse de vida.
Saludos!