(Fotografía de Francesc Luque) |
Muchos días
pescando solo, sin la compañía de mi hijo el pescador. Él va
creciendo metido en el vértigo de su vida, sus preocupaciones, sus
descubrimientos, sus estudios, con poco tiempo ahora para bajar sin prisas al río. Y a uno le
gustan sus dudas y sus inquietudes, pero sobre todo que esté sano y pueda
descubrir y aprender las herramientas y habilidades que le harán un tipo
independiente, prudente y feliz algunas pocas veces. Lo demás es siempre
secundario. El camino que tiene es largo, lleno de lestrigones y cíclopes, como diría Kavafis.
Hay muchas
cosas que parecen muy importantes y luego importan casi nada. La difícil y
sutil lucha entre el ser y el tener o entre el ser y el parecer, tan socrático y ahora puesto de moda para analizar nuestro mundo desarrollado por el filósofo Byung-Chul Han. Tener
todo lo que puede necesitar un pescador, parecer en el río un verdadero y experto
pescador. O serlo, muchas veces no teniendo el mejor equipo o la mejor estampa
o poca suerte. Pasa en el río y en la ciudad.
Los hijos
pescadores se siente muchas veces perdidos en su vida, no saben ni hacia dónde,
ni porqué, comienzan a ver o sufrir los azares y pequeñas injusticias, a
atisbar las ortigas y los resbalones en el agua que implica caminar,
arriesgarse, esforzarse por un logro muchas veces escurridizo, invisible y sin
gracia. A ti te queda entonces mostrarle que tu también te mojaste, te caiste,
te arañaste con zarzas y ortigas, y que todo eso es parte de vivir al igual que
las pocas veces que tocas un gran pez o una pequeña alegría. Poco más puedes
hacer salvo echarle de menos a pie de río o recitarle ese verso que te gusta del viejo Konstantino.
Pero no te
gusta utilizar la manida metáfora del río para hablar de los azares de crecer y
aprender a vivir. Pescar es sólo pescar y en el agua sólo puedes “ser”
pescador, “tener” o “parecer” no sirven de mucho, de nada. Y sólo se puede ser
pescador si pones en ello pasión, ganas, energía, esfuerzo, inteligencia sin
que nadie te lo pague o te lo pida o te lo admire. Eso si, como diría Kavafis,
desea o busca o: “Pide que el camino sea
largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a ríos nunca
vistos antes”.
Magnífico. En el río sólo basta con "ser". Fuera, entre hormigón y vidrio, sobre el asfalto, importa demasiadas veces más el "tener" o "parecer". Quizá ahora no lo haga, pero ten seguro que el hijo pescador agradece o agradecerá el apoyo del padre. Un abrazo
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