Hoy hemos
pescado en el “coto selvático”. Nos
ha faltado en el equipo el machete afilado para ir abriendo hueco. La verdad es
que este bosque de ribera es muy parecido a los que envuelven los igarapés del
Amazonas con el único alivio de que aquí hay pocos bichos que piquen y en lugar
de calor humedísimo nos envuelve el frescor de la mañana. Tampoco aquí hay
rayas venenosas ni pirañitas, sólo truchas salvajes. Pero tenemos lianas de
zarzas secas y verdes, cicutas de dos metros, ortigas por todas partes, ramajos
y áboles caídos sobre el agua aquí y allá y huecos ocultos por la maleza donde
meter el pie y besar el suelo. Sin embargo no encanta el lugar. Aprendimos a
pescar truchas aquí, a besar el suelo y probar que se siente cuando se te mete en las botas su
agua helada. Vinimos muchas veces de niños y de
adolescentes en un tiempo que hoy nos parece, con asombro, muy remoto.
Tocamos muchas
truchas, yo acaricié alguna ortiga y V. se cayó un par de veces sin llegar otra
cosa al agua que la risa. La mañana era fresca y no nos tocó el sol porque el
bosque se hace aquí una bóveda
impenetrable sobre el agua. Los peces son oscuros, preciosos, rabiosos, están
fuertes y son glotones, entran en
el fondo a unas ninfas grandes que no atarías en ningún otro sitio. Pescar aquí
a seca es solo para artistas virtuosos o masoquistas recalcitrantes.
Luego hicimos
a media mañana el sagrado descanso de las cervezas, los callos, el cochinillo
frito con patatas y un puñado de riquísimas cerezas de descarte por estar demasiado en sazón que nos regaló la mesonera. Nos acordamos mucho, claro, de
los que ya no pescan con nosotros. Ellos nos enseñaron a disfrutar este lugar
difícil y secreto. Creo que es lo más dificil de casi todo, aprender a
disfrutar los pequeños placeres de la vida que al final se convierten en
grandes.
Sólo puse la
seca en una tablita. Tal vez fue amor a primera vista o sólo el azar que se
posase aquí el amigo. Hizo en mi caña su parada de descanso esta mañana fresca
cuando aún el sol no había calentado su cuerpo. Luego salió volando, moviendo
las alas con una lentitud inverosímil, parecía que se paraba flotando, así me
sentí yo, también.
Qué maravilla esos rincones mágicos en los que el tiempo llega a detenerse permitiéndonos vivir momentos realmente envueltos de un aura especial. Sin lugar a dudas cada aleteo de esa mariposa estaba seguido de una de estas detenciones. Y luego nos preguntan que por qué pescamos... Un abrazo
ResponderEliminarLa verdad es que es un coto difícil y muy bonito, gracias a que además el ayuntamiento depura los vertidos urbanos y la sociedad de pescadores cuida su río. El único pero es el caudal. Los riegos incontrolados merman mucho el agua disponible...
EliminarEs un neuroptero, Ramón. Nemoptera bipennis, el emblema de la Sociedad Española de Entomología. Una preciosidad.
ResponderEliminarUn saludo.
Emilio
Nemoptera, no lo olvidaré. No conocía su nombre.Se suelen ver con frecuencia en la parte baja de este río, pero nunca los había visto tan arriba. Tiene una forma de vuelo que nos emboba, muy pausada, como planeando. El mundo de los insectos es el gran desconocido para todos. Mi primo Carlos Tovar (alias "Carpóforo") experto en odonatos raros se toma ahora las vacaciones para poder hacer fotos. Y sus fotos si que son alucinantes... Él me ha enseñado mucho de lo que para mi eran solo caballitos del diablo y libélulas... El domingo cazó por fin con su máquina un macho en fase tres de emergencia de su buscada "macromia splendens", eso si que es paciencia y no la de pescar...
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