La inclinación
de la tierra, su baile rotatorio por el cielo, el azar de habitar un planeta
con agua, el magma, las placas tectónicas y el tiempo empujando hacia arriba
estas montañas e inventando sus ríos, el despertar de los árboles y de los
insectos, el color intenso volviendo al horizonte y tu ahí, metido en el agua,
rozando con dos ninfas el fondo que no ves, saltando por las piedras pulidas
por los siglos, deslumbrado un año más por la generosidad apabullante de la primavera.
Recuerdas a Robert Louis Stevenson "el mundo está tan lleno de riquezas y bienes que podríamos ser todos felices como reyes” o aquellas ideas de George Bataille, todos los sistemas vivos reciben la energía del
sol, también la energía que nosotros tomamos a través de los alimentos o la que
sacamos de las entrañas de la tierra para arrancar nuestros motores. Todos los
seres vivos aprovechan esa energía para funcionar y crecer, para alimentarse y
ser más. Pero el sol “da” sin recibir beneficio alguno, da sin esperar
“recibir”. Su generosidad cósmica es convertida en usura por los humanos y es
atesorada, vendida, desperdiciada, transformada en objetos que servirán para
que se produzca escasez, enriquecimiento, desigualdad y basura.
La primavera
te muestra todo esto. El murmullo de los insectos, el celo de los pájaros, el
tornasol de la librea de las truchas que tocas, las hojas tiernas de billones
de billones de plantas alzando al sol sus hojas a tu alrededor. Tú y Víctor
seguís con las ninfas, Ernesto insiste en posar una y otra vez una mosca seca
sobre el agua, Gui hace girar una cucharilla en los pozos oscuros de la zona
más baja. El día va pasando y si os fijaseis bien, si no
estuvierais concentrados en hacer equilibrios por la orilla intentando engañar
a las truchas con vuestros distintos señuelos podríais ver todo eso, cómo la
generosidad del sol mueve el mundo, cómo la vida salvaje pequeña, diminuta o
gigante disfruta de la luz y el calor. Porqué no hay nada que no venga de esta
estrella.
O tal vez sí
os dais cuenta, algo por dentro se os mueve, una euforia secreta, un optimismo
instintivo, una alegría animal, una forma de felicidad inexplicable que nace de
estar allí, sumergidos en esta suave intemperie, envueltos por la vida más pura,
lejos de cualquier duda o dolor como humanos conscientes. Bataille y Stevenson tenían razón.
A los biólogos y geólogos les cuesta explicar tanta y tan inmensa maravilla.
Millones de personas viven ajenas a este asombro, tal vez aprovechen el “óptimo
climático” para atiborrar con su presencia las playas y los senderos, pero no se dan cuenta del enorme tesoro que es este planeta separado del sol por ciento cuarenta y nueve
millones seiscientos mil
kilómetros, y que tengamos atmósfera y agua limpia, y que apareciera la vida por azar y que estemos
aquí, nosotros los humanos, ahora mismo, quién sabe por cuanto tiempo.
Seguimos
pescando río arriba. Nos comemos el bocadillo sobre una piedra grande en la
entresombra de un árbol aún con las hojas pequeñas, comentamos las truchas
tocadas, los señuelos de éxito, la belleza evidente del sitio, deslumbrados un año más, otra vez, por este comienzo
de abril, derrochando el tiempo, eufóricos como todo lo que ahora nos envuelve, también vivos.
Sin duda tuvimos atmósfera y agua limpias. Pero de eso ya hace mucho. Quizás en los momentos en los que un Sol relativamente joven inundaba con su fulgor el germen de un planeta único, no podía imaginarse que aparecería una especie que daría un vuelco a todo esto. ¡¡Y vaya si lo ha hecho!!
ResponderEliminarSaludos
Aún quedan lugares de aire y agua limpia. Pero es verdad que son cada vez más raros. Pescamos durante un rato una parte del río con el agua algo turbia por una depuradora que funcionaba de forma deficiente. Luego nos metimos en el tramo de aguas cristalinas. De nosotros depende nuestra propia extinción. Gracias Josiño.
EliminarRelatas de maravilla.
ResponderEliminarGracias Ferran. La verdad es que lo he pasado muy bien dedicando tres días completos a pescar. Un tiempo de lujo, (lo el clima sino el tener tiempo y poder dedicarlo a eso.)
EliminarPreciosas palabras, definen perfectamente lo pequeño que se siente uno en estos escenarios maravillosos, la responsabilidad con la Tierra nos viene grande como especie. Por cierto, el otro día leí que un avión comercial tardaría 1.100 años en dar una vuelta completa a la mayor estrella conocida...
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Mario. Así es.
EliminarPrecioso relato, Ramón
ResponderEliminarEmilio
Muchas Gracias Emilio.
EliminarGenial Ramón. Quizá tienes razón y a los de mi gremio y biólogos nos cuesta transmitir todo lo que vale nuestro planeta. Lo valoramos, desde luego, sabemos (sobre todo nosotros los geólogos) qué tuvimos y hacia dónde vamos si no hacemos nada por cambiar la tendencia que llevamos. Eso sí, no hacen falta más gentes de letras para hacer llegar al resto del mundo todo eso. Y es que si la gente no valora lo que estamos perdiendo difícilmente hará el mínimo esfuerzo por parar esto. O quizá bastase con llevarlos, de uno en uno o en pequeños grupos a parajes como el que describes.
ResponderEliminarPrecisamente ayer, en la cima de un acantilado a decenas de metros sobre la superficie del agua (y dado que la actividad de los bigotudos todavía no acompañaba) me detuve a tener una reflexión parecida mientras notaba el sol calentando mis mejillas y oía el zumbido de miles de insectos polinizando las flores que perfumaban el aire.
Un saludo
No creo tanto que os cueste transmitir, que ya los biólogos o los geólogos, cuando hay medios, lo hacen muy bien, como que en los medios de comunicación estos temas no son tratados en profundidad, sólo los tratan como mera noticia de relleno simpática o sensacionalista en los telediarios.
ResponderEliminarCuando fui a por el permiso de pesca del domingo compré también un bote de miel, que me gusta mucho. El tema de la extinción extraña de las abejas sigue ahí, pero la gente considera que si, que tal vez sea una pena quedarnos sin miel pero no entienden que sin abejas y otros insectos parecidos nos quedaríamos sin nada. Esta ignorancia o despreocupación social pasa con casi todo, sobre todo con el tema del agua, el uso de combustibles fósiles, el cambio climático... Pero también es verdad que cada vez hay más personas informadas y proactivas, ¿llegará pronto un punto de inflexión en el que la opinión pública cambie de verdad? Yo creo que si.
Los bigotudos estaban poco activos el sábado, así que me dediqué a mis amigas las truchas. Han sido dos días espléndidos. El próximo domingo vuelvo a los bigotudos. A ver entonces.