Releyendo mapas, notas, diarios, en días de frío y espera, toca recordar los días de deleite. La RAE es morosa en la descripción de esa palabra y dice solo: “placer del ánimo”. El deleite es para ti una forma de disfrute que mezcla el sabor del presente, intenso y luminoso; la memoria atesorada y a salvo, y una alegría lenta, íntima, discreta. También costó llegar, no fue fácil estar allí, el camino era largo pero también sobre él hubo placer. Como lo hay ahora, cuando juegas con la memoria a volver allí y con el deseo que sabe aguardar aún unas semanas para estar de nuevo en esas intemperies. Tus amigos saben de qué hablas. Tú los llevaste y ellos también te llevaron a esos lugares. Intercambiasteis los pequeños paraísos, compartisteis ese tiempo en el río, mantenéis a salvo aquellos días de todas las posibles destrucciones.
Echo de menos abril. “Locus amoenus”, lugar idílico, casi un Edén. El topos literario ya lo exprimió bien Homero, Teócrito, Virgilio, Horacio, Píndaro, Ovidio, Gonzalito de Berceo, don Antonio Machado, por supuesto.… hoy todo dios, sobre todo la publicidad de agencias de viaje, turismos varios, hoteles con encanto, filetes ecológicos, leches desnatadas, coches todo terreno... Pero mis paraísos son gratis y están cerca. Intento no caer en el “locus amoenus”, pero caigo en cuanto escribo. Dice mi hijo que es culpa de mi infancia montaraz. Haber vivido al lado de veinte gargantas trucheras tiene eso, aunque te pongas cada día el disfraz de urbanícola educado rascas un poco y me sale el agua de un río salvaje por los ojos.
En la lápida de John Keats, en el cementerio no católico de Roma, está escrito lo que él quiso: “Here lies One Whose Name was writ in Water", “Aquí descansa alguien cuyo nombre fue escrito en el agua”. John era de los nuestros.
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