DESASTRE

Foto: Angel Luis Aceituno

El pescador cuida los ríos, sus gargantas, con toda la inteligencia y el mimo que sabe y puede. Se preocupa por no pinchar demasiado a las truchas para que vuelvan fuertes y vivas de nuevo al agua. No deja ni rastro de su paso, apenas unas huellas mojadas que el sol seca en unos minutos hasta hacer sus pasos invisibles.

Otros, en cambio, sacan dinero del agua sin importarles que el cauce quede seco o medio seco o, como en este caso, sin cuidado y sin tino, ensucian con cemento el agua cristalina matando toda la vida que allí se protegía, peces e insectos, las truchas que liberaba siempre el pescador y también la belleza del lugar.

Es imbécil ensuciar lo que da vida. Haría a los responsables beberse día a día toda ese agua tóxica o mejor hacerles entender que a nadie beneficia la muerte de un río, aunque sea pequeño y poco conocido.

La fotografía la acaba de hacer un pescador amigo en la garganta Jaranda. Siento decir que a nadie preocupa este u otros desastres parecidos salvo a los pescadores y a los peces. A los pescadores porque aman los ríos limpios, no sólo para pescar, también para beber y vivir, a los peces porque quieren los ríos limpios, no sólo para nadar, también para respirar y vivir.

Pero nada de esto es importante. En un futuro no muy lejano beberemos, respiraremos y viviremos en la mierda.

Foto: Angel Luis Aceituno