(Fotografía de Francesc Luque) |
El pescador ha caminado mucho tiempo con
la caña montada por sendas medio perdidas, pisando fósiles y jaras, años y
despedidas. Le gusta sentir en el corazón ese deseo de estar metido en el río.
Allí siente la sangre de la tierra tan fría y hasta su propia sangre tan
caliente, casi la misma cosa.
Piensa en estos tiempos extraños, duros,
desnudos, en los que contempla con lucidez deslumbrante el armazón de carroña
del poder, la tormenta de basura que aventa el dinero, la minuciosa y enorme
biblioteca de mentiras que nos mantiene humillados y confusos. Ya nada se
esconde ni puede ser disimulado. Antes había que desentrañar arcanos económicos
y filosóficos para comprender la infamia pero hoy un niño pequeño sabe y puede
describirla con una docena de palabras simples. El mundo era y es esto. Pero no
todo.
En el mundo también hay ríos limpios y
gente como él que tiene casi nada, poco más que unas ganas inmensas de seguir
caminando y una voluntad o el sueño de ir un poco a mejor hoy o mañana o el año
por venir, como fue siempre.
El pescador lleva mucho tiempo metido en
esa senda que se pierde muchas veces bajo las hierbas altas. Enredada en la
hojas y las piedras va encontrado palabras que una vez fueron leídas y otras
veces escuchadas a amigos, afines, compañeros, amores, gente. Recuerda por
ejemplo el verso de don Claudio “a pesar y aun ahora que estamos en derrota, nunca en doma” o el
poema de Henley “Bajo los golpes de la
suerte, mi cabeza sangra, pero no se inclina” y el susurro de Antonio de
tan lejos “aguarda sin partir y siempre
espera, que el arte es largo y, además, no importa” o esa frase de
Camus “para
tocar la felicidad no existen condiciones, lo único que cuenta es la voluntad
de ser feliz”. Puñados de palabras que ha
leído o escuchado en los días que no bajaba al río a pescar truchas.
Llega la fiesta Potlatch y se
acaba el año. Un tiempo que quedará en la historia por las miles de vilezas, robos,
engaños y dolor que tocaron a tanta gente, nunca a los otros. Pero también recordará
el año por todo lo pequeño que fue creciendo, nuevas lealtades, ideas, amistad,
complicidad que nos sigue empujando hacia delante. A ellas y a ellos, a la
gente, convoco hoy desde aquí
abajo, en medio de la
soledad de este río de agua helada.
Han salido a su paso los patos
asustados, don raposo y la nutria que pesca juguetona en una de sus pozas. Ha lanzado
el señuelo el pescador, no sabe donde, muy lejos, tal vez en el lugar donde
viven los peces más grandes y los deseos más felices. Igual que hacemos todos.
Os deseo que en el año por venir toquéis
muchos peces y la suficiente felicidad para seguir bajando a vuestro río, “que el arte es largo y, además, no importa”.
(Fotografía de Francesc Luque) |
Igualmente te deseo un próximo año de felices días a la orilla de tus ríos preferidos.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias Revuki. Salud.
EliminarIgualmente, felices fiestas y para el proximo año mucha salud y peces, no muchos, solo los merecidos. Gracias por este tu blog que en no pocas ocasiones nos pone un nudito en la garganta o una sonrisa complice en la cara.
ResponderEliminarNo nos queda otra que aferrarnos a lo que nos mantiene lejos de la podredumbre de los solo miran por sus intereses. Te deseo un buen año 2014.
ResponderEliminarGracias Ernesto. Es verdad que el río nos enseña a ser generosos y solidarios. Salud, que diría don Anselmo Lorenzo.
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