Leo con pasión y usura el
estupendo libro que me ha copiado Emilio:
“La pesca y los peces de agua dulce” de Roberto Villatte des Prugnes de año 1932. Bucear en los viejos tratados de pesca nos permite relativizar todo lo
que hoy nos parece tan innovador o revolucionario.
Leo también por casualidad las
ordenanzas municipales de Plasencia del siglo XVI que son una preciosa fuente
de información sobre la importancia de la pesca de río en la economía de entonces
y también del cuidado y la protección que se ponía sobre el recurso.
“Los ríos que riegan este obispado son Jerte, Tajo…Tiétar,
que es caudalosísimo, que coge todas las gargantas de la Vera… Todos estos ríos
abundan de mucha y regaladísima pesca, truchas, barbos, anguilas y,
especialmente, el río Jerte tiene abundancia de peces y barbos conocidos en
España por ser pescados muy regalados y casi sin espinas…” (…) “En toda la Vera hay muchas
gargantas y arroyos que producen abundancia de regaladas truchas, pues sólo en
la garganta de Valverde, se cogen todos los años 500 arrobas de trucha.”(…) “Se
prohíbe arrojar a los ríos todo lo que pueda deteriorar las aguas: que no se
eche paja u otra cosa que enturbiare las aguas bajo pena de 300 maravedíes”, (…) “…“se prohíbe pescar con cuerdas, no con otras armadizas, ni con
redes, ni mangas, ni con lumbre de noche, ni en otra manera alguna, los ríos y
gargantas de esta ciudad y su término, salvo, conbara (salvo con vara, es
decir, con caña) desde el primero de marzo hasta el fin del mes de abril de
cada año por cuanto en este tiempo desovan las bogas e peces e lo declaramos
por el tiempo de cría”. (…) “Se prohíbe pescar por la noche ni con lumbre ni con redes en ningún
tiempo del año, so la pena contenida en la Pragmática”.
Mapa Ortelius 1586 |
Nota:
Agradezco a mi antigua profesora de instituto y amiga Martiria Sánchez López estas notas históricas. Fue un lujo tener una maestra tan brillante y erudita que se emocionaba hasta
las lágrimas explicando una escultura griega o una pintura de Goya y exponiendo con brillantez y pasión
la historia de Europa a treinta y tantos adolescentes semisalvajes.
Y
Agradezco a Emilio Roy que me pusiera sobre la pista del libro de Villatte des Prugnes,
no tanto por una pasión bibliófila fetichista como para poder disfrutar de las palabras de antiguos y expertos
pescadores de otra época y descubrir en ellos tantas semejanzas a nosotros
mismos.
Esos libros que nos llevan a otros tiempos son maravillosos. A mí particularmente me gusta, aunque tenga su punto amargo, el ver cómo eran los ríos de verdad, aquellos que (y gracias a que soñar es gratis) esperemos podamos volver a ver por estas tierras algún día. Un saludo
ResponderEliminarJorge, es recurrente decir que todo tiempo pasado fue mejor, seguramente en las mayoría de los casos es cierto. Pero al leer libros antiguos, se puede ver que si hay algo que permanece constante, es la sensación de que la pesca está apunto de extinguirse.
ResponderEliminarTendemos a igualar realismo con pesimismo. Miremos de desprendernos del pesimismo, que es totalmente contraproducente, y a partir del realismo, seamos mas positivos para tener ánimos para mejorar el futuro.
Es cierto, esta mañana he acabado de leer "Mis amigas las truchas", de Delibes, y prácticamente termina con esa reflexión de que la naturaleza no daba más de si ¡en el año 1976! Eso sí, leyendo aquello de los cupos de 12 truchas y teniendo en cuenta la industrialización-contaminación-represamiento exponencial de este país desde entonces, uno tiene claro que ahora la cosa está peor y porqué es así.
EliminarUn saludo
Realismo si, pero pensar que por el Tajo y el Tiétar subían sábalos, esturiones, aguilas...
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