Pescas o te pescan. No es lo mismo pescar una cogorza que pescar una sirena.
Mi hijo el pescador sonríe. Hablamos de ¡haber cuando su hermano mayor pesca o es pescado! porque está en esa edad. Le decimos: ya sabes, paciencia, mojarse, buenos aparejos, buena técnica de lanzado y sobre todo pasión, delicadeza, finura.
No conozco muchas mujeres pescadoras. Entre las fantasías de los años cincuenta de los pescadores yanquis estaba esta de la imagen. Luís Quesada, una vez, pescando, se encontró de verdad con una sirena, una guapa desnuda nadando en el río justo en el lugar donde había lanzado su mosca. Pero esas cosas solo le pasan a Luís.
Bueno… Yo una vez pesqué una sirena. Tenía dieciséis años, bajábamos al embalse de Arrocampo en autobús de línea y llevaba en la mano mi caña telescópica con la cucharilla puesta para ser luego el primero en lanzar y no perder el tiempo. Yo bajaba, ella subía, el señuelo se enganchó en su precioso jerseys de angora a la altura de su... teta, perdón, en medio de uno de sus pechos, en el centro. Por suerte el anzuelo no llegó a la carne. Y yo allí muerto de vergüenza ante mis amigotes Felipe, Luismi y Javi, todos con una sonrisa de oreja a oreja: “ya has pescado Ramón, así cualquiera, te has quitado el bolo” y yo intentando no destrozar el jersey, no tocar demasiado de lo que adivinaba debajo de la lana. Ella, algo mayor que yo, guapísima, sonreía también, menos mal. Fue un minuto largo, larguísimo hasta que por fin desenganché la cucharilla sin demasiado estropicio.
Nunca he olvidado ese momento.
Vaya una captura Ramón, como para olvidarlo...
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