Estás ahí,
junto al agua, arriba hay un sol espléndido enredado en algunas nubes, barnizando de
luz los mil verdes que te arropan. Hay algunos barbos comiendo los yerbajos que
ha cubierto la crecida. Atas una emergente gorda que en lugar de flotar se va
hundiendo de forma perezosa hasta llegar cerca de sus morros. Ese momento en
que el ocico aspira tu mosca y decides clavar equivale a mil voltios en vena.
Los primeros diez metros los corre en tercera, los siguientes diez en cuarta y
luego mete la quinta, aprieta el acelerador a fondo y el freno de tu carrete
chilla como una mona a la que un elefante ha pisado el rabo. Jodido comizo. El
comizo no absorbe, muerde, se tira a por el moscón nada más caer en el agua, le
cabrea la idiotez torpe de esa mosca de colorines que se atreve a posarse ante
su señoría, luego se da media vuelta y se pone de cero a cien en un segundo,
tiene cambio automático, usa keroseno de avión, motor a reacción, directo al
fondo. Sientes como se va rozando por las piedras para partir el hilo. Se las
saben todas.
No se
acostumbra uno a pescar barbos. Lo peor es cuando la posada ha sido de libro y
el torpedo pasa muy muy despacio a su lado y tu moscón es invisible, no ha
cambiado ni un milímetro su trayectoria de barbo obeso, aburrido, de paseo por
su parque acuático. Pero a veces, una de mil, se da media vuelta, se toma su
tiempo, vuelve por donde ha venido, desperezándose, directo hacia la mosca, y
dos cuartas antes de que llegue ya sabes que va a tomarla. Te lo grita al oído
el señor Sextosentido. Te dice el cabrón
Sextosentido: te vas a cagar, ajusta el freno, atento, que viene, preparado, listo,
ya. Y todo eso te lo dice a voces, por megafonía, con el volumen a tope. Es
muy bruto el tío Sextosentido. Joder.
Debes tener un corazón de hierro porque ese momento es de puro infarto. Luego,
el submarino nuclear clase Typhoon acelera motores y te sientes igual que un
niño al que se le ha enredado la cuerdita de la cometa en los cuernos de un bisonte
cabreado.
Fantástico, como yo mismo tuviera tu caña entre las manos.
ResponderEliminarEmilio
Muchas gracias Emilio.
EliminarSi señor, Me encanta la descripción del momento del comizo, no absorbe, muerde!!!
ResponderEliminarBien sabes tú que los comizos son otro mundo...
EliminarGracias Carlos.
No podrías haber descrito mejor la pesca de bigotudos. Una maravilla altamente adictiva
ResponderEliminar..Es que teniendo la abundancia de bigotudos que tenemos tan cerca, ¿para qué buscar otros peces menos peleones en lugares exóticos?
EliminarGracias Jorge.