Sólo espero que ese momento me pille a pie de río, en ese
momento mágico en el que acabas de llegar al agua y comienzas a elegir que
mosca atar esa mañana. En ese instante aún eres consciente del sonido de cristal de las
chorreras y de la grácil armonía del bosque de ribera que te envuelve. En poco
tiempo ya no escucharás ni a la belleza ni al agua, estarás dentro. En ese primer minuto se
puede acabar el mundo y comenzar el Apocalipsis pero tú estarás indeciso entre
atar un desgreñado tricóptero de pelo de corzo o un pardón grande de alas
brillantes en pluma de León. Tal vez el mundo sea hoy lo que se esconde en las
tripas de millones de cacharros conectados con fibra óptica y satélites zombis,
pero el mundo es también ese pequeño río al que has ido a pescar con tu hijo.
Tal vez el mundo sea ahora una frágil telaraña de cables telefónicos, ordenadores y móviles a punto de colgarse, colapsar el progreso e inaugurar un estupendo
caos, pero el universo es también esa zona de agua baja en la que un gran barbo
espera el desayuno. El trico cae dos palmos por delante de su morro y el pez lo
atrapa en un segundo, suena la chirrido del freno, la seda corta el agua río abajo, la caña se dobla en una parábola imposible. Entonces sí que de verdad comienza el
Apocalipsis.
jueves
APOCALIPSIS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario