Foto de Dead Weight Fly |
...Turbocapitalismo,
productividad, eficiencia, rapidez, competitividad, multifunción, flexibilidad… así en el
trabajo como en el ocio, tanto en el sexo como en la comida. Cualquier cosa con
tal de no “perder el tiempo”, rentabilizar cada minuto, aprovechar
las horas. También en el río parece que a veces se va imponiendo esta actitud o
práctica o filosofía. Mejor coger veinte peces que diez, mejor treinta que
veinte, tocar todas las posturas, pinchar a todas las truchas, lograr unas
buenas fotos, tener éxito, competir, entrenar para competir, usar el último
perdigón secreto, el más efectivo, el más productivo, aunque sea pescar al hilo o usar una lombricilla de silicona… A todos nos gusta pescar mucho, tocar
muchos peces, hacernos una bonita foto con una gran trucha, a ser posible la
más grande. Tener un día de éxito rotundo, ser el mejor, ir a más ¿o no?
Pero
también, a la vez que esta marea que sigue creciendo imparable, existe otra
corriente, quizá pequeña, lenta e invisible, la pesca slow, el placer de pescar
de otra forma, desde otro lugar, con otra actitud y también otros equipos que
no tienen porqué ser retro, vintage o steampunk. No hacen falta sedas Robinson o bambús
refundidos robados de un museo, ni moscas de manuscrito o Gutermann de mercería extinta. Basta con
cambiar el ritmo de nuestro corazón mosquero, bajar al río a por otra cosa,
sentir placer sin necesitar pinchar cien truchas. No voy a renegar del
perdigoneo, ni de mis cañas de supergrafito de diez pies, pero cada día me gustan más los ríos
pequeños, medio selváticos, con bosque de ribera muy abovedado. Cada día
disfruto más pescando de nuevo con la vista, olvidando el tacto y sus
circunstancias, con cañas cortas y blandas de seis pies, líneas del dos o del
tres y moscas secas o como mucho en tandem con una ahogada leonesa o una ninfa
sin plomo. Pescar slow, suave, lento, no tiene por qué ser “poco” pero
tampoco buscaré por todos los medios el “mucho”. Tal vez sea mi afán de ir
contracorriente o de negarme a aceptar que el turbocapitalismo, la
productividad o la competitividad lo llenen todo y también mis días de pesca. No rechazo un
polvo rápido, un día de fast food con mucho ketchup, una best-seller o un
aplauso, pero lo que me me gusta de verdad es el sexo lento, la comida
despacio, los libros gordos y los éxitos silenciosos, invisibles e
íntimos.
PD:
Agradezco a mi hermano Víctor su insistencia con la seca, su elogio de la
lentitud, su empeño en bajar siempre al río a disfrutar, da igual cuantas
toquemos, simplemente a estar y ser, sin necesitar de parecer o de contar.
Decals de Glass Manifesto |
Yo personalmente prefiero tomarme las cosas con calma, y la pesca mucho más. Una jornada en el río, con su ritmo justo, pausado, es lo que necesita mi cuerpo cuando la actividad del día a día hace que pierda el compás. Un saludo
ResponderEliminarOtros, en cambio, van al río a entrenar, como quién va a la pista de atletismo... Un saludo Jorge.
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