Me gusta mucho un texto clásico del antropólogo norteamericano Marvin Harris, que está en su libro "bueno para comer", que dice así: "Al principio, nuestros antepasados comían carroña, cazaban y recolectaban su comida. Después vino la agricultura y la ganadería y, más recientemente, las explotaciones industriales, petroquímicas y mecanizadas. Independientemente de que se recolecte, se plante, se coma carroña, se cace o se produzca en fábricas, los costes de la producción de alimentos son elevados. La comida ha absorbido siempre una parte considerable del tiempo, energía y conocimientos técnicos de nuestro género. Puesto que las personas necesitan y quieren comer varias veces al día, la comida no sólo es cara, sino intercambiable por otros bienes y servicios. Más adelante mostraré cómo surgió una organización distintiva de la vida social de los homínidos, cuando la comida empezó a intercambiarse por servicios sexuales. Pero todavía no estoy preparado para contar esa parte de la historia".
Tenemos fama
los mosqueros de trabandablas pero es
que el agua fría, las caminatas y darle al lance sin parar son buenos
estimulantes del apetito. Para satisfacer las hambres uno ha pasado por fases
muy diversas. Durante muchos años el gusanillo
moría con un pequeño bocata de jamón con tomate y un bochinche de agua del
mismo río, otros años solo llevé fruta: naranja y plátano, hasta viví la atroz
costumbre en mis veinte, cuando aún desconocía el sashimi, de llevar sólo sal y
pimienta en el macuto y comerme una trucha, una tenca, un día hasta una carpa aún palpitante, en crudo, sacando filetillos de las partes más nobles de la
bestezuela, sin piel y sin espinas, tan sólo bien salpimentados los pedazos y
ñam, dejaba la raspa y los despojos sobre una piedra como hacía cualquier hermana
nutria. Luego pasé la triste fase de las barritas energéticas y las bebidas
isotónicas. Más tarde los años ascéticos de llevar cuatro higos pasos rellenos
de nueces. En los años dorados, que fueron muchos, satisfacíamos el apetito
parando en una tasca cercana al coto en la que nos pedíamos innumerables
raciones de cochinillo frito y callos picantes.También pasé la fase gourmet en
la que llevaba al río emparedados rellenos de queso a las finas hierbas y bacalao
ahumado, foie con mermelada de naranja, merluza frita y alioli, regado todo con
su buen vino y hasta con benjamines
de champán. Hay que estar loco. Ahora llevamos viandas ricas pero sencillas, ántima,
jamón, longaniza, morcilla de calabaza, queso de cabra, membrillo, manchego en
aceite… y almorzamos a pie de río, sobre el lujoso banco de una piedra musgosa.
Un amigo
filósofo y economista dice que las necesidades básicas del hombre civilizado
son comer y leer, pescar y conversar,
y que el resto son secundarias y muchas veces prescindibles. Yo podría alguna
necesidad más pero tampoco muchas, acaso dos o tres. Si, esas que estás
pensando.
Estoy de acuerdo. Al menos una necesidad falta ahí ;-)
ResponderEliminarSi falta, si...
Eliminarya sabía yo que saldría otra vez el tema de la comida en el río. Buen provecho a todos.
ResponderEliminarEmilio
Gracias Emilio.
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