Me desperté mucho antes de amanecer. Ya tenía el equipo preparado,
así que leí algunos versos de “Piedra de Sol”. Ese que dice: defender nuestra ración de tiempo y paraíso.
En esa ración de "tiempo y paraíso” que es o debería ser nuestro
derecho como humanos, estaría el refugio, el alimento, la cultura, el cuidado.
Y también el amor y estas horas de río y soledad.
Ayer fuimos mi hermano y yo a la garganta de M., cada cual
por su orilla, mientras el cielo se entreabría a ratos mostrando la nieve
cercana y un cielo muy azul. Alguna trucha tocamos aunque íbamos detrás de otro
pescador, Eso te obliga a rebañar el agua, a pescar más despacio, a no tener
ninguna esperanza en que la tarde y el río sean generosos en peces. Pero son
generosos de otra forma, en eso: en tiempo y paraíso.
Luego nos cruzamos con otro joven pescador, ya de recogida,
que iba a seca con ese optimismo y esa alegría que sólo puede tener un
mosquero andante solitario por esos parajes complicados y prístinos. Como a
veces se pasea por aquí, por estas palabras, me contó el dónde y el cuando de
un gran río que ambos queremos y que aún conserva en su parte alta unas pocas truchas resistentes a
las infamias, abandonos y abusos de estos tiempos “riocidas”. No competiré con
él por tocar esas truchas que él ha protegido con su confidencia.
De vuelta a casa al anochecer, arreciaba la lluvia en el
tejado, así que volví a Piedra de Sol y a descansar. Que difícil es a veces
tener nuestra ración de tiempo y paraíso. O qué fácil.
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