Vivía dentro de una despreocupación inteligente e informada, protegido por la campana de un sistema sanitario público excelente y de unos genes aceptables. Primero se fue L. por un estúpido accidente en el que no conducía él, en un tramo recto y de día, tal vez por un despiste, el cambio de un CD o una avispa. Luego F. de un cáncer de hígado tras una vida esnifando todo y pudiendo volver no demasiado grillado para contarlo. La tercera fue M. suicidada cuando tenía todo eso que la publicidad pega con un adhesivo extrafuerte a los objetos, los trabajos, y las familias ideales. Todo es precario, frágil y breve aunque no lo pensamos, si acaso atiborramos este vacío con románticas retóricas o algún resoplido transigente, pero no lo sabía.
Caminó largo rato monte abajo hasta el final del pequeño río, un torrente más frágil que todos ellos, pero mucho más fuerte, también. El sol y la brisa de septiembre le tocaban con mimo, olía a lluvia y a cantueso seco. Muy lejos, en aquella ciudad, se habían quedado las viejas palabras del cascarrabias de Benjamin “lo que impulsa a los hombres y a las mujeres a rebelarse contra la injusticia no es el sueño de liberar a sus nietos sino el recuerdo de la esclavitud de sus ancestros”. Les había costado mucho llegar hasta aquí, fueron esclavos, siervos, proletarios y la flecha de la historia es más bien un boomerang perverso en estos tiempos. Nada les decía que no pudieran volver a ser de nuevo prisioneros sin tiempo, nada les dice que no lo sean ya, o pronto, casi pasado mañana. La posibilidad de rebelión nacía de esta libertad de poder gastar, incluso derrochar, tiempo en pescar y en pensar. Por ejemplo redefiniendo los significados de la palabra "progreso" antes de que el río estuviera seco y los insectos dejasen de ser la música de la vida, antes de que se extinguieran los ríos salvajes, los hombres y las mujeres, los amigos y amigas, que amaban lo salvaje. Eso hubiera dicho L. hubiera hecho reír a F. hubiera dejado en silencio a M. Y eso le ha hecho a él caminar por allí, hacer unos falsos lances suaves y perfectos hasta que cae el escarabajo a la distancia justa de los morros del barbo. La farsa electoral a repetir queda muy lejos. También diría L. que no es nihilismo, ni despreocupación, ni ignorancia sino la lucidez de saber que la lucha por ganar o perder es otra muy distinta y distinto es el juego, los protagonistas o el peso que tiene cada cual en el desastre futuro o la posibilidad de no seguir con esta destrucción. F. diría soisunosrojosdemierda. M. serviría más vino en los vasos y seguiría preocupada por la nota de Física y química.
Queda lejos el ruido, la crisis sucesiva, las retóricas absurdas y los relatos hegemónicos que hay que vender. Junto a él sólo caminan hoy L. F. y M. a los que les encantaba el olor de la lluvia y el cantueso seco, reírse de todo, cantar y discutir de todo, beber del río y nadar desnudos.