lunes

RECECHO




Tal vez exista otro lugar, ciudades, un mundo que va deprisa, las etiquetas, los ruidos, los titulares, las promesas... Mientras tanto camino hoy por la primavera amable de las tormentas. Piso la arena del Tiétar despacio, con la caña de diez pies, línea cuatro y una ninfilla del catorce que he montado hace un rato. Rececho barbos y carpas. Soledad absoluta, corriente fuerte, barbos asustadizos que vuelan bajo el agua a la mínima sombra.
Caminar, recechar, adivinar el pez y lanzar con delicadeza el engaño. Tal vez exista otro lugar, dicen que lejos de aquí hicieron ciudades, carreteras, proyectos, progresos. Luchar con un pez, correr por la orilla para ganar línea, sentir que tantas veces ganan ellos y algunas yo. Ver luego, cuando los suelto agotados, como desaparecen con furia en un segundo.
No está conmigo mi hijo el pescador. Le hubiera gustado este instante largo de tantas horas. El sonido del carrete soltando línea tras la picada. Sentir su fuerza, las ganas con las que se lanzan a por la ninfa cuando la descubren reptando por el fondo, la tormenta de hoy aún lejos. He podido tocar hoy varios barbos, caminar río arriba, sentir que otro mundo es posible, también aquí. Los peces llevan millones de años sobre la tierra. ¿Cuánto nosotros?.


martes

MANCHAS

Me gustan las manchas rojas, anaranjadas, de estas truchas de montaña, pequeñas, peleonas, listas. La garganta tiene una belleza sobrecogedora. He pescado toda la vida en ella y no puedo olvidar que es de verdad un paraíso.
La trucha la pescó Ruth, la tía de mi hijo el pescador. La única pescadora a mosca que conozco.

domingo

PRIMAVERA

Pescar a cien metros de casa, de siete a diez, en la soledad limpia del torrente. Al volver mi hijo el pescador aún duerme, sueña con grandes truchas, con salmones, con Laponia. Al volver, siento que estas horas fueron también un sueño. Las truchas libres, allí abajo, en la penumbra fría, salvaje y perfecta de agua.
O la belleza.

lunes

TESORO


Cambio de ritmo. Saco de la vitrina la caña de bambú refundido, el carrete sencillo, la línea de seda paralela y ato dos moscas hechas por mi. Hace un rato ha descargado una tormenta grande, llena, hermosa, pero ahora sale el sol. La garganta no te deja oír otra cosa, el rugido del agua se te mete dentro, ensordece, relaja, te limpia. Las truchas se suceden y luchar con esta cañita de menos de ocho pies es un placer, también la seda que no salpica, que se posa y se levanta con la magia de lo bien pensado hace ya muchos años.
Le he dicho a mi hijo el pescador que esta caña es suya (además si la tengo yo es por él) Pescará con ella cuando yo ya no esté y mi parte de polvo de estrellas descanse por aquí, cerca del agua. Pero también, espero que la use muchos años antes. Le veré lanzar la seda y pescar estas truchas con sus moscas y ninfas. Y seré feliz.
Podría guardar la caña como objeto precioso, conservarla sin uso, pero siento que los tesoros solo son tales si se usan, si nos dan momentos de placer y de felicidad en el presente. Cuido estos pocos objetos para que estén en uso, para que no olviden que sólo viven cuando van al río y están en las manos de un pescador.

MAYO



Nubarrones de tormenta, helechos gigantes, libélulas mágicas, una higuera de brevas salvaje junto al molino en ruinas, el sonido del agua fría, los patos salvajes, los barbos remontando la corriente, el tiempo fluyendo lento y borrando de mi memoria cualquier dolor o derrota. Pescar. No picaron las truchas. No importó demasiado. Belleza o felicidad son palabras extrañas que acostumbramos a escuchar pegadas a cosas que se venden y se anuncian por la televisión. Sin embargo viven en otro lado, duermen y despiertan junto a un río y me llegan de pronto, tras madrugar y caminar mucho tiempo junto a mi hijo el pescador. Pescar junto a Iker y Guillermo, estar en la garganta a primeros de mayo. No hay para mi otro paraíso real mejor.

martes

DE NUEVO SOMBRA


Luché con Sombra el viernes. No se dejaba acercar a la orilla. Olvidé la sacadera y al intentar sacarla a mano se soltó. Las truchas grandes son como una aparición, algo mágico. Su forma de luchar es muy distinta.

Luego crucé por la chorrera bronca de abajo, el agua estaba tomada y no veía el suelo. Utilicé el tacto, el instinto, crucé despacio y seguro, fiándome de la inteligencia de mis piernas y de mi equilibrio, no miraba el agua, sólo el horizonte. Hacía mucho tiempo que no cruzaba por un sitio tan difícil. Si tropiezo adiós. Seguiré tentando paciente a Sombra. Ya no tengo prisa. Se lo cuento a mi hijo el pescador. Me hubiera gustado tanto que la hubiera visto luchar.