(pintura de Mark Sussino.
Yo nunca tuve paciencia, esa virtud que dicen del pescador. Los pescadores de truchas no tenemos paciencia, caminamos y caminamos ríos arriba esperando engañar la trucha en el siguiente charco o en el siguiente o en el siguiente. No tenemos paciencia, tenemos voluntad, orgullo, arrogancia infantil. Podemos estar el día entero sin tener ninguna picada y seguir ahí, al pie del río, con la corriente por la cintura imaginando una trucha enorme en esa zona oscura y profunda de la orilla contraria.
El hijo pescador me pregunta cuando pescará él una trucha grande como las que yo tengo la fortuna de engañar. No le digo cuando. Sólo le digo que tuvieron que pasar treinta años pescando en este mismo río para lograr coger la trucha más grande de todas. Treinta años. En este río no hay muchas truchas grandes.
Sin embargo yo sé que él la cogerá cualquier día. Es mucho mejor pescador que yo. Pero eso no se lo digo, tiene que seguir pensando que él está aprendiendo y yo ya soy un maestro. Luego, pasarán treinta años y descubrirá que somos siempre aprendices de pescador.