Por fin la lluvia, torrencial o mansa. Frente al
tópico de los poetas sobre la tristeza de la lluvia, a mi el agua del cielo
siempre me ha producido una clara alegría.
Muchas veces he salido a pescar cuando comenzaba a
llover y no sólo porque bajo el agua había momentos mágicos de actividad
piscícola sino por esa alegría tan directa y tan primitiva que me producía
estar ahí, metido en el río, rodeado del tiliteo de las gotas y los olores del
bosque de ribera.
El agua escurría por mi impermeable y por mis manos,
me salpicaba la cara y el corazón pero nunca sentía frío. Durante muchos años
llevé un impermeable azul muy viejo que heredé de mi abuelo y que era
excelente. Ahora llevo uno moderno, traspirable, del color de la tierra, pero
me siento igual, a salvo, protegido, cuidado por la lluvia y el río, embriagado
por el concierto del torrente en las piedras y de las gotas gruesas sobre las
plantas y la superficie del agua. Murmuro entonces cualquier canción de memoria
y el mundo parece otro muy distinto, más limpio, más salvaje, más refugio.
Tan vez porque, cuando sacaba un pez, brillante de
agua, yo mismo me sentía entonces acuático, también mojado por fuera y bien
vivo por dentro. Tal vez porque algo en mi inconsciente tenía la certeza de que
sólo el agua dulce de la lluvia daba vida. Sólo la lluvia alimenta y cuida de los ríos.
Para mi no hay nada más confortable. Otros imaginan
cómodos refugios llenos de tecnología. Mi refugio, mi casa, mi sueño es un día
de pesca y de lluvia con la única tecnología de la caña, el carrete, el sedal y
el anzuelo.
Con la única riqueza de tener un río vivo. Y tiempo.
Coincido contigo, escuchar cómo el normal rumor de la corriente se fusiona con el repicar de las gotas al caer sobre el agua, hojas o rocas es una sensación de recogimiento mágica.
ResponderEliminarY hay otra actividad mágnifica para realizar mientras llueve, y más en estas fechas: montar moscas. Yo es eso a lo que dediqué la tarde de ayer. Me encanta levantar la vista del torno y ver las gotas de lluvia caer y oír el rugir del barranco por el que sólo baja agua cuando llueve "de verdad".
¡Saludos!