La arrogancia de los 16 y 17 años de la que hablaba el otro día. O de los 20 o los 25 de esta foto. Ganaba a las truchas por agotamiento. Podía estar en la garganta desde las siete de la mañana hasta las siete de la tarde sin parar. Luego, por supuesto, ducha y a la calle, al pub "Luna" a tomar un emparedado de tres pisos y bastantes más cervezas, a la discoteca hasta las tantas a intentar ligar (con esos pelos, poco). Mi amor de entonces aún está por mi corazón, ella lo sabe, yo lo sé. Muchas noches no dormí y empalmaba el baile con el río. A esa edad somos incansables para todo.
Esa noche no había dormido, era el último día de la temporada pero me recorrí la garganta de las Pilas al Lago y pesqué buenas truchas. Mi hermano Fernando sujeta y mira mi botín.
Han pasado veinte años, treinta años. Ya no poso con truchas muertas, ahora vuelven de mis manos al río. Tengo la inmensa suerte de seguir siendo incansable. No lo digo con arrogancia, lo digo con asombro. ¿cuantos años seguiré siendo incansable?. Antes luchaba contra el río, ahora me dejo llevar. No creo que sea más sabio que entonces, ni más prudente, ni mejor pescador. Sigo aprendiendo del agua. Nunca dejas de aprender. Lo que importa es el camino. Ya lo dijo Machado y Kavafis.