(Rachel murió a los 56 años de cáncer antes de ver como su libro cambiaba la legislación y la conciencia pública sobre el tema de los pesticidas y sus terribles consecuencias en cadena trófica.)
Suenan los pájaros, las abejas, el torrente, la brisa entre los árboles en un bosque de rivera. Descansamos a la sombra. Recuerdo entonces a Rachel Carson, para mi una gran científica, una gran persona, una gran señora, una heroína moderna que luchó contra gigantes y venció. Gracias a ella esta primavera de pájaros y vida suena en el mundo. Sin ella tal vez fuera ya una realidad el título de su obra más famosa “primavera silenciosa” Silent spring 1962, en la que denunciaba con datos y argumentos el masivo envenenamiento que la industria de los pesticidas estaba haciendo con el DDT y sus derivados y que acabaría con las aves de gran parte de América y del el mundo en pocos años. La administración americana y la gran industria de los pesticidas quisieron destruirla, vilipendiarla, desprestigiarla (hasta la acusaron de comunista…) pero su lucha, su obra, su libro, su presencia cambió el mundo, venció gran parte de esta amenaza y contribuyó a la conciencia ecológica global. Gracias a Rachel Carson sigue sonando la música de las aves en el mundo. Gracias a ella las aguas ya no están envenenadas y zumban por ahí los abejorros, los saltamontes, los insectos. El DDT y muchos pesticidas ya no se utilizan y su voz se ha multiplicado por millones en el mundo cambiando nuestra forma de tratar a este planeta. La primavera no es silenciosa, alborotan los abejarucos, los rabilargos, los jilgueros, los verderones, el cuco mientras yo descanso bajo este árbol con los pies dentro del agua.
Le cuento a mi hijo el pescador la aventura de esta mujer a la que admiro, quiero, nunca olvido, cada vez que camino junto al agua cristalina, lanzo mi señuelo y me olvido de todo gracias a la música intensa de la naturaleza en Junio.
Gracias Rachel, el mundo es mejor porque existen personas como tú.
Disfruta de tus rios este fin de semana, a mi me toca quedarme trabajando en un semisotano lleno de papeles y ocn poca luz natural, solo un ventanuco, por donde intuyo que detrás de montones de papeles, hay vida.
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