La dicha fluye desde un lugar muy remoto, escondido y primitivo. Intentamos explicar porqué nos hace feliz estar dentro de un río con una caña en la mano pero cualquier explicación sólo son palabras que se acercan un poco, nunca demasiado, a esa plenitud, felicidad o libertad.
Sólo un pescador puede entender a otro pescador. Sólo un pescador sabe cual es el secreto de esta extraña plenitud.
A veces nos alejamos o nos alejan de esta dicha. A veces hasta podemos olvidarla o vivir con ese vacío, con esa herida, con esa carencia… Pero la vida es larga y se vuelve siempre al lugar dónde se ha sido feliz. Recordar, volver a aprender, volver a sentir que no hay prisa, ni horario de vuelta, ni tiempo que descontar, ni nadie que nos diga que hemos robado ese tiempo a otra vida…
Hoy salgo a pescar sin prisa, puedo madrugar mucho o no hacerlo, puedo volver pronto o estar en el río hasta que las fuerzas no den más de sí. He recuperado esa dicha, ese placer, ese misterio y me siento igual que con diecisiete. Cuando me agacho al agua para beber un trago o para mojarme la cabeza y la cara, veo en la penumbra de detrás del brillo de espejo del río los mismo ojos brillantes, el mismo gesto de aquel chaval que pescaba, la misma pasión misteriosa que puedo llenar de palabras, pero nunca acercarme a esa verdad.
Envejecer es eso, dejar de mirarse y verse en el río, dejar de ver esos ojos brillantes, a salvo por ahora, de nuevo, del olvido que seremos.
Sólo otro pescador puede entender.
La foto es preciosa...
ResponderEliminary aunque yo no soy pescadora, te aseguro que te entiendo