sábado

ÓPTIMO




Al pescador le gustan esos primeros días de abril en los que el sol calienta. Amaneceres fríos que luego las horas van templando hasta llegar a ese momento que los meteorólogos llamaban “optimo climático”. En ese momento la brisa es de verdad una caricia y nos sale de dentro una euforia extraña, un bienestar animal que nada tiene que ver con nuestro cerebro homínido sino con un recuerdo más antiguo.  En esas horas el pescador siente el precioso regalo de estar ahí, vivo, tranquilo, pescando. El estrépito de la trucha que pica y salta sobre la superficie es un aplauso, una fiesta, la chispa que realza ese instante y que graba a fuego en las neuronas esos segundos encantados.

Pero es sobre todo el aire lo que le gusta, esa temperatura precisa fruto de mil factores como la distancia del sol a la tierra, la orientación del valle, la humedad del ambiente, la azarosa meteorología, las rocas que se calientan y el bosque de ribera que lo atenúa todo… Nada tiene que ver con bucolismos ni invenciones culturalistas, más bien es todo lo contrario, el pescador descubre el bicho que somos, tan permeable al tiempo, al calor, al frío, a las sensaciones físicas que nos produce el campo y el río.

El agua sigue helada, las truchas muy frías en los dedos, pero basta tocar un cancho para sentir el calor que irradia, basta sentarse a descansar unos minutos para sentir el sol en la espalda, suave y prudente. Le gusta esa sensación de bienestar que no viene de ningún triunfo personal, sueño cumplido o actividad concreta sino de “estar“ allí por “ser” pescador. No por “tener”, ni por “parecer”. Sonríe ahora por andar utilizando cuadrados semióticos para intentar explicar una mañana de pesca abrileña. Pero es que hoy es invierno, va mojando la nevisca el asfalto y los contornos de la ciudad tienen el color sucio y opaco de las cosas sin vida.

Resistes en la certeza de que nada se para, los astros siguen su curso milenario. Pronto llegará marzo, los días de río y óptimo climático, el juego de lanzar una pequeña mosca al rincón más difícil. 


4 comentarios:

  1. Poner palabras a las sensaciones, una tarea casi imposible. Tú lo haces de maravilla.
    Enhorabuena.
    Emilio

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    1. Gracias Emilio. Hoy, con un palmo largo de nieve cerca de Peguerinos pensaba en esa sensación cálida de abril. Luego, en la estufa de leña, piensas que el invierno también tiene sus placeres...

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  2. Ya se nos acerca el óptimo, y como no me de prisa me va a pillar con las moscas sin montar... Como dices cuesta reflejar en un texto las sensaciones vividas a pie de río. Es algo inexplicable. Lo mejor que se puede hacer es llevar allí a la persona a la que quieres explicar. Una vez allí, en la naturaleza, sintiendo la caricia del sol y de la brisa lo único que se puede hacer es agradecer esa suerte.
    Un saludo

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