Busca de nuevo ese secreto. Lee, piensa, indaga, descubre por
Internet las preciosas locuras emplumadas que inventan otros pescadores que
hablan japonés, alemán, francés, inglés, español, sueco… El señuelo mágico, la
novedad más efectiva, el último material de montaje, el más raro o atractivo
para las truchas.
Hay dos mundos frágiles separados por casi el infinito. El de las
ninfas en lo profundo, el de las secas en la frontera entre el aire y el agua.
Desde allí van creciendo innumerables universos paralelos, todos los que
inventa la imaginación de miles de pescadores a mosca cada día.
También es pescar este ejercicio, este tiempo derrochado
explorando, inventando señuelos, aprendiendo de otros. Cae la primera lluvia fina
en la ciudad y los transeúntes se refugian en el borde cubierto de la acera, se
emparaguan, se abrigan como si el agua pudiera doler. A él le gustaría estar
lejos, en la intemperie, junto a un río, apurando estos últimos días de septiembre,
dejando de lado la teoría.
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