martes

SALTAR

(Fotografía de Francesc Luque) 

Los días de pesca en Laponia no tenían horas, sólo la música del agua, el agua fría corriendo desde los glaciares a los lagos donde nacían los ríos de los que se alimentaban otros lagos. Los días de pesca en Laponia tienen tacto de musgo antiguo y corteza de abedul. El color del agua de los ríos cambiaba y cambiaba el color de las truchas y el de los sueños.
Una vez salté en medio de la corriente. Era un río profundo, caudaloso, lleno de cascadas. Era el único paso para acceder a un tramo de río virgen. No estaba seguro de la profundidad, ni de la firmeza de las piedras del fondo pero si de mis fuerzas, mi equilibrio, mi habilidad, mis años de pescador. Fue un salto largo y al caer me sumergí hasta más arriba de la cintura. Luego saltó Victor. No nos vio mi hijo el pescador, así no aprenderá, por ahora, lo que nunca se debe hacer. Pescamos aquella orilla salvaje con avaricia de niños, recorriendo sus orillas escarpadas y afiladas. No había horas, ni tiempo, ni prisa.

MADRE



Esta trucha la ha pintado mi madre. El agua es oscura pero la ninfa está a punto de engañar al truchón. Muchas veces los pescadores vemos este instante aunque el agua esté también oscura y el río sea profundo. Tenemos una precisa cámara de cine en el cerebro y podemos ver lo que ocurre debajo del agua con una nitidez cristalina. Los demás, los que no son pescadores, tienen que conformarse con los documentales de la tele.

miércoles

BASSINES




Metido en el Tiétar al amanecer, dentro de un canal con una ligera corriente, entre dos islas de juncos, lanzo con la cañita de 8 pies linea 3, una seda delicada, un terminal del 0,10 y el engaño del pequeño San Juan. Uno tras otro peleo con pequeños "basses" que con este aparejo me parecen grandes merlines. Cada vez rehuyo más pescar con palos de escoba y cuerdas de piano aunque vaya tras peces grandes. Cañas y sedales delicados y ligeros, que no frágiles. Además con este equipo no me rompen el sedal ni se me escapan más peces que con un aparejo más consistente.
La BVK pesa nada. Tampoco pesa aún el calor. Entró al señuelo un barbito mediano y me pareció un gran atún sacando metros y metros de back.

martes

SERENO



Sereno en "las Veguillas". Victor y Ruth pescando mano a mano.
Al amanecer del día siguiente bajé al Tiétar a tentar a Barbos y Basses con una cañita de 8 pies línea 3 y un “San Juan” con bolita granate en un anzuelo del 14. Amaneció el día con tormenta, el río estaba hermoso a pesar del estío y de cómo le chupan su sangre en todas partes. Mañana cumpliré años. Por suerte los pescadores vivimos otra forma de tiempo. Los años son distintos, más lentos y más tumultuosos, con sus corrientes, cascadas, tablas de agua suave, espuma y ruido. El compás de la cañita me ayuda a respirar. Hubo días me que dejaba llevar corriente abajo. Hubo días de cruzar por el peligro. Pero siempre he sentido que los ríos me cuidan y yo les respeto. No sólo somos polvo de estrellas. También somos de agua.
Mañana no seré más sabio, pero si más feliz. El hijo pescador sabe de mi arrogancia.

VERANO


(Foto: Francesc Luque)


Julio en Laponia. Pescar, comer y dormir. Desde las diez de la mañana hasta las tres de la madrugada. Ríos distintos, paisajes distintos. Sólo un pescador puede entender la música de esta canción

"...all things merge into one, and a river runs through it. The river was cut by the world's great flood and runs over rocks from the basement of time. On some of those rocks are timeless raindrops. Under the rocks are the words, and some of the words are theirs. I am haunted by waters." (Norman Maclean)

lunes

EL LANCE PERFECTO




Enseñar al hijo pescador a pescar a mosca. Yo, que sólo me siento aprendiz, aprendiz siempre de tantas cosas, nunca maestro. Hacer moscas, lanzar el sedal, hacer los nudos, leer el agua, adivinar con el instinto donde está el pez, cruzar la corriente sin acabar mojado… sin embargo él será su único maestro, sólo los ríos y las truchas nos enseñan, todas esas mañanas o atardeceres que saldrá, ya solo, a caminar por el agua y comenzar a entender donde se esconden los secretos.
Estos días en Laponia sentía de nuevo eso, el placer de aprender, la sensación de no saber leer el agua de esos ríos, ni las sombras del fondo a la hora de vadear. Y descubrir los contrario, que en algunos momentos, era el hijo pescador quién me mostraba, quién me enseñaba el cómo y el porqué y el dónde.
Siempre he sentido que no tengo mucho que enseñar, cuantos más años cumplo menos maestro me siento, más aprendiz.
Dentro de no tanto, cogerá mi caña de bambú refundido, la seda y una mosca seca que él haya inventado y al caer la tarde, sólo, metido en el agua de cualquier río del mundo, sentirá que por fin ha hecho un lance perfecto.