(Fotografía de Francesc Luque)
Una vez salté en medio de la corriente. Era un río profundo, caudaloso, lleno de cascadas. Era el único paso para acceder a un tramo de río virgen. No estaba seguro de la profundidad, ni de la firmeza de las piedras del fondo pero si de mis fuerzas, mi equilibrio, mi habilidad, mis años de pescador. Fue un salto largo y al caer me sumergí hasta más arriba de la cintura. Luego saltó Victor. No nos vio mi hijo el pescador, así no aprenderá, por ahora, lo que nunca se debe hacer. Pescamos aquella orilla salvaje con avaricia de niños, recorriendo sus orillas escarpadas y afiladas. No había horas, ni tiempo, ni prisa.