martes

SALTAR

(Fotografía de Francesc Luque) 

Los días de pesca en Laponia no tenían horas, sólo la música del agua, el agua fría corriendo desde los glaciares a los lagos donde nacían los ríos de los que se alimentaban otros lagos. Los días de pesca en Laponia tienen tacto de musgo antiguo y corteza de abedul. El color del agua de los ríos cambiaba y cambiaba el color de las truchas y el de los sueños.
Una vez salté en medio de la corriente. Era un río profundo, caudaloso, lleno de cascadas. Era el único paso para acceder a un tramo de río virgen. No estaba seguro de la profundidad, ni de la firmeza de las piedras del fondo pero si de mis fuerzas, mi equilibrio, mi habilidad, mis años de pescador. Fue un salto largo y al caer me sumergí hasta más arriba de la cintura. Luego saltó Victor. No nos vio mi hijo el pescador, así no aprenderá, por ahora, lo que nunca se debe hacer. Pescamos aquella orilla salvaje con avaricia de niños, recorriendo sus orillas escarpadas y afiladas. No había horas, ni tiempo, ni prisa.

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