lunes

EL LANCE PERFECTO




Enseñar al hijo pescador a pescar a mosca. Yo, que sólo me siento aprendiz, aprendiz siempre de tantas cosas, nunca maestro. Hacer moscas, lanzar el sedal, hacer los nudos, leer el agua, adivinar con el instinto donde está el pez, cruzar la corriente sin acabar mojado… sin embargo él será su único maestro, sólo los ríos y las truchas nos enseñan, todas esas mañanas o atardeceres que saldrá, ya solo, a caminar por el agua y comenzar a entender donde se esconden los secretos.
Estos días en Laponia sentía de nuevo eso, el placer de aprender, la sensación de no saber leer el agua de esos ríos, ni las sombras del fondo a la hora de vadear. Y descubrir los contrario, que en algunos momentos, era el hijo pescador quién me mostraba, quién me enseñaba el cómo y el porqué y el dónde.
Siempre he sentido que no tengo mucho que enseñar, cuantos más años cumplo menos maestro me siento, más aprendiz.
Dentro de no tanto, cogerá mi caña de bambú refundido, la seda y una mosca seca que él haya inventado y al caer la tarde, sólo, metido en el agua de cualquier río del mundo, sentirá que por fin ha hecho un lance perfecto.

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