Bajaron
siguiendo el pequeño arroyo durante horas. Caminaban sobre un colchón de musgo
de varios metros de espesor. Vieron los rastros de los troncos cortados por los
castores, los chillidos de cientos de lemmings furiosos que no se apartaban a su paso,
el barrunto sordo de las alas de los urogallos en las zonas más abiertas.
De pronto el río Sastsan ancho y profundo de curvas suaves, con zonas estrechas de rápidos y otras extrañamente
someras y calmas.
La tormenta
pasó de largo. No necesitaban hablarse demasiado. Pescaron durante todo el día
sin tomarse ni un rato de descanso. Se olvidaron de comer. Para beber sólo tenían
que inclinarse sobre el agua.
Eran hermanos de sangre, pero también de río, no
importaba cual, ni dónde. No estaban lejos del Círculo Polar, se veía con
claridad el blanco lechoso de unos glaciares.
Pensó que deberían
inventarse aún las palabras precisas para describir toda esa belleza. Él creía
que sabía suficientes palabras para describir el mundo y había descubierto allí
que se equivocaba.
Subieron río
arriba durante mucho tiempo, a veces juntos, otras veces turnándose sobre quién
hacia volar las primeras varadas. Su hermano, en poco más de media hora, cogió quince truchas sin moverse en la curva
honda de una tabla muy ancha. Dos dobletes. Una trucha grande le sacó toda la línea
de reserva antes de partir el sedal.
El aire era limpio y fresco. Le
gustaba tocar los abedules, su corteza de joya, su tacto de ser vivo, casi
caliente.
No necesitaban
reposo ni quietud, no por ansia, ni por aprovechar el día sino porque se habían olvidado de todo menos del río y de las truchas, incluso de sí mismos. Pero
antes de volver, ya muy tarde, aunque el sol seguía allí con arrogancia, se tiraron
sobre la hierba y se durmieron. Luego subieron de nuevo por el arroyo perdido hasta la pista
Se
juraron volver allí. Repetir de nuevo los días sin noches y sobre todo volver a
saborear esa sensación, ya en la cabaña, de quedarse dormidos antes siquiera de
apoyar la cabeza en la almohada y seguir soñando con ríos y truchas.
Ha pescado con
su hermano muchos años. Le gusta compartir tiempo y agua con él. Volverán este
año, por julio, al Norte y a los sueños.
Tengo esas mismas imágenes en mi retina viendo fluir el Satsan entre rastros de alce, chorlitos dorados y algún castor despistado..., los interminables serenos del Kultsjöan con el sol de medianoche, los valientes tímalos del Marsan y esas truchas feroces de Fiskonbäcken... fue en el 2008 pero aun sueño que almuerzo sobre las turberas y descanso bajo los abedules...¡¡cuantos recuerdos!!
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