Comer junto al
río. Saborear con hambre las sencillas viandas sobre el lujoso mantel de líquenes
y musgo seco del cancho alto sobre la poza la “Vena”, rodeado de jaras en flor,
tomillo y brezo.
El madrugón,
la caminata, la danza de equilibrista entre las piedras de la orilla con la caña en la mano, el vadeo, la tensión
de pescar… dan mucha hambre y el pescador siente cómo las golosinas van
reconstruyendo el cuerpo y el ánimo.
Un poco de
queso ahumado de Cantabria, membrillo casero, buen salchichón de Vic, picos de
pan sevillanos, una lonchitas de ántima que la navaja sueca corta con gracia. Para mojar los labios llevan una pequeña
botella de tinto bueno. De postre unos higos secos rellenos de nueces.
El río esta
muy lleno de agua. En ese momento el sol comienza a alejar el frío
de esa mañana de primavera. Las hojas de los sauces son aún muy tiernas y los mil verdes del bosque de ribera son intensos y brillantes repitiendo una forma de rara
belleza que ya existía mucho antes que los hombres inventasen la palabra.
Habla el hijo
pescador de todo eso y su compañero se emociona porque no aprendió de él esas
palabras, nunca le habló así de este paisaje. Y por romper cualquier barniz de trascendencia
hablan luego de las truchas tocadas y de la que vieron salir bajo la piedra,
negrísima y grande, que se burló primero del señuelo en forma de pececillo del hijo pescador y luego de tu ninfa de cabeza anaranjada y pelusa de liebre.
No hay
descanso. Tras la comida breve siguen río arriba. Durante muchas horas, hasta
el atardecer no hay otro mundo que ese torrente ancho y bronco.
Yo también tengo mucho hambre de río, cada día más. Y lo peor de todo es que no siento cercano el día en el que volveré a tener una buena jornada de pesca. Habrá que aguantarse.
ResponderEliminarComprendo tu satisfacción al comprobar que tu hijo se va convirtiendo en un buen pescador a la vez que se va haciendo hombre. Enhorabuena, no es para menos.
Un saludo, compañero.
Gracias Jorge. Habrá que salir a tocar algún luciete con el palo de escoba siete y los moscorros de pelo de conejo.... por Guadalajara o por Orellana o las orillas de Helechosa... Pero no es lo mismo. Nada como el agua batida y cambiante. El río es el río...
ResponderEliminarYo más que el agua batida el cambio lo veo en el pasar de pescar a pez visto a hacerlo al agua. Varear "contra" esas extensas superficies de agua sin ver un sólo pez me mina la moral. Cuestión de confianza en lo que uno hace. Saludos.
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