Te gustaba
dejarte llevar por la suave corriente y acercarte a los islotes selváticos que
formaba el río. Bajo sus ramas aguardaban los grandes barbos a que cayeran los
saltamontes y las frutillas.
Al atardecer, te gustaba
atar la barca a la sombra y descansar un rato sintiendo que la soledad y el
silencio arropaban esa pequeña grieta húmeda y verde del mundo.
Contemplabas a
veces prodigios. Un barbo enorme saliendo de la nada para tragarse un pajarillo
que había caído del nido; la intuición de tu perro adivinando la cercanía del
bass antes que tu sintieras en las manos su picada; la sombra monstruosa de un
pez negro y ancho que acabó siendo un banco de apretados alevines de pez gato;
la zambullida del martín casi a tus pies y su sorpresa al salir con el cachuelo
y ver a un tipo asombrado, agazapado bajo una rama, con una caña en la manos; la
gran trucha que sorbía pequeñas efímeras blancas junto a un brazo con algo más
de corriente en el que desembocaba la garganta y que se alejó de ti para
siempre, perezosa y molesta, por tus aspavientos al intentar cambiar en unos
segundos el señuelo; o la luz de la tarde haciendo brillar las columnas de
mosquitos que bailaban en
espirales de seda, la quietud absoluta del agua que reflejaba los estrechos
bosques de la ribera como si bajo su superficie existiera en verdad otro río,
otro cielo, otro mundo y otro pescador mirando dentro.
Te gustaba
cuando el barbo tiraba de la barca, la sensación de su fuerza invisible que no
dependía de brazos, ni piernas, ni palabras como las de los hombres, sino de la
suavidad de su cuerpo de pez, la densidad mágica del agua y su instinto.
Y ahora estas
de nuevo aquí, como si nada del tiempo hubiera roto la vida, como si los años
fueran sólo el suave devenir circular de las estaciones idénticas a si mismas. Remas
buscando la sombra, el resguardo del islote, lanzas y recoges despacio la seda
esperando de nuevo prodigios, por ejemplo que vives y que recuerdas, que sigues
pescando y te emociona con los mismos latidos estar aquí, ahora, en el río.
Me ha encantado esta entrada. Genial como reflejas esa vuelta a los lugares donde sabemos que estuvimos vivos. Un saludo
ResponderEliminarGracias Jorge. Con lo que hay por Madrid estos días se está mejor en el río...
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