Foto de Mauro Vaccari |
Y se mete en
el agua. Siente la corriente helada, piensa que este torrente tan cercano a las
montañas, aún poco acariciado por el sol. Lleva en su alma las nubes, la
lluvia, la nieve y el hielo que fue un día. Él tiene el cuerpo protegido por la
ropa y el vadeador, así que cuando mete la mano desnuda en el agua primero siente el
frío intenso, casi agradable, y de inmediato el dolor, su mordisco, la rapidez
con la que el líquido le roba el calor y todo su cuerpo se alarma y hace que
duela. Pero él no la saca, aún aguanta unos segundos y sonríe. Es su forma de
saludar al río, de estrecharle la mano, de reconocerle un año más, lleno,
bronco, ancho, rápido, limpio, vivo.
No hay otra
vida que la que da el agua. Sin agua la tierra sería como Marte, un lugar reseco
y muerto. El agua, que llegó a través del espacio durante millones de años en
meteoritos de hielo cósmico ha pintado su planeta de azul y llenado de vida sus rincones. Sólo el agua. El agua es dios y lo demás son mandangas,
mitologías, supersticiones. Eso piensa el pescador mientras saca con rapidez
sus dedos helados y se los frota con la otra mano para recuperar el calor
perdido.
Anuda ahora la
ninfa cabezona, grande, blanquecina, arropada con una fina bufanda de un
naranja escandaloso y unas pocas briznas de plumón gris. La lanza en el embudo
que hace la corriente junto a la pared de piedra de la poza.
Nunca podrá
entender o explicar porqué estar allí, metido en el agua helada, un domingo de
finales de marzo, le hace tan feliz. Por qué el rugido constante del río le
suena como una risa o como un murmullo de palabras nombradas en un idioma que nadie ha comprendido y que él
imagina o inventa en momentos como este, cuando escucha a través del finísimo
sedal lo que está pasando allí abajo, en lo profundo.
Tal vez cuando
alguien muere queden sólo las cenizas, pero él sabe que no. Cuando alguien
muere la mayoría de lo que somos es agua y ese agua, todos los billones de moléculas
que nos formaban, vuelven a la nube, al mar, a este río. ¿A qué viene entonces
todo ese lío de las cenizas cuando nuestra alma es de agua? El pescador siente
el tirón y clava con suavidad, con la mano izquierda, aún fría. El sedal tarda unos segundos en dejar el remolino antes de salir disparado corriente
abajo haciendo sonar el freno del carrete y el de su corazón.
" las cosas inanimadas tienen alma (...). Que el agua es principio de los elementos(...)". Rep.-600
ResponderEliminarLa vuelta al más viejo de los hombres sabios.
Tal es...la esencia de cuanto hay.
Gracias de nuevo por compartir tus experiencias desde las ocuridad de tu cueva negra.
Gracias A.
ResponderEliminarLas cuevas son sitios confortables muchas veces.
Sé que saldrás de la oscuridad de tu cueva negra e irás al encuentro de Conmosca en Cantabria y siento no poder ir este año y poder darte la enhorabuena personalmente como me hubiera gustado. Me conformaré con seguir leyendo tus historias en la penumbra de esta gruta. Un saludo.
ResponderEliminarGracias A., si saldré de mi "cueva" para ir a Cantabria, Más por mi hijo Guillermo, porque le gustan esos saraos. Pero yo también lo pasaré bien. Me acordaré de Angel T., el pescador que me lo enseñó casi todo y que este año ya no está conmigo.
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