Un día de invierno y llovizna es un buen momento para repasar el concepto de “realización personal”, esta vez de la mano de Cesar Rendueles y don Carlitos Marx. Se refiere Marx a aquellas actividades que producen y tienen una utilidad marginal creciente. Por el contrario, en la sociedad de consumo, la mayoría de nuestras actividades tienen una utilidad marginal decreciente como comer hamburguesas o ir de compras a un centro comercial para consumir como forma de ocio. Cada hamburguesa adicional que ingiero o cada objeto que compro para entretenerme me da un poco menos de satisfacción que el anterior. En la cultura de la ostentación en la que vivimos esto suele ser casi una norma y de esta insatisfacción se alimenta el consumo para seguir vendiéndonos humo.
Por el
contrario hay otras actividades que cuanto más se realizan más satisfacción
reportan. Son un fin en si mismas sin necesidad de presumir u ostentar, sin
consumir otra cosa que nuestro propio tiempo. Aristóteles los llamaba “actos
perfectos”. Un ejemplo es la música. Aprender a tocar la guitarra o el piano es
bastante complicado, pero cuando se supera cierto nivel cada vez resulta más
placentero tocar y hacer música. Cada libro interesante que leemos nos cambia
de una forma que una nueva camisa e incluso un nuevo coche, tras los tres
primeros meses de novedad, nunca podrá hacer. Esto ocurre también cuando
practicamos un deporte que nos gusta, cuando realizamos una actividad artística
o política participativa o cuando cuidamos de un hijo. También cuando nos vamos
al río a pescar. Pescar cumple con todas las características aristotélicas de
los “actos perfectos”, somos un poco mejores pescadores cada vez que pescamos,
su práctica tiene para nosotros una “utilidad marginal creciente” y el tipo de
felicidad que nos aporta tiene que ver con una forma de realización personal
que no está cautiva ni depende de ningún salario, ningún reconocimiento social,
ninguna ostentación.
Se ríe mi hijo
el pescador de como lío a Marx y a Aristóteles con el sedal de la pesca. De
cómo le explico el concepto de la “utilidad marginal creciente” que tiene para
nosotros estar en el río, como si pescar fuera también alguna forma de arte, un
“acto perfecto” que nos enriquece y nunca nos cansa. Le digo que hasta la
famosa abadesa de Sopwell, Dame Juliana Berners, en 1496 explicaba a su modo este
asunto del acto perfecto. Tal vez a ella le gustaba también ir de pesca con Aristóteles.
Nota:
Le agradezco a
Cesar que me refresque ese antiguo y sustancioso concepto de la utilidad
marginal creciente y decreciente. Su excelente ensayo
sobre la falaz utopía de la ciberdemocracia merece ser leído y releído. Cesar Rendueles. “Sociofobia. El cambio político en
la era de la utopia digital”. Editorial Capitán Swing 2013
Muy interesante, Ramón.
ResponderEliminarEmilio
Gracias Emilio. Hay que reivindicar la filosofía, sobre todo ahora que está en horas bajas....
EliminarSencillamente brillante Ramón. me has dado un argumento perfecto para una tertulia de amigos.
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