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COMER III



Me gusta mucho un texto clásico del antropólogo norteamericano Marvin Harris, que está en su libro "bueno para comer", que dice así: "Al principio, nuestros antepasados comían carroña, cazaban y recolectaban su comida. Después vino la agricultura y la ganadería y, más recientemente, las explotaciones industriales, petroquímicas y mecanizadas. Independientemente de que se recolecte, se plante, se coma carroña, se cace o se produzca en fábricas, los costes de la producción de alimentos son elevados. La comida ha absorbido siempre una parte considerable del tiempo, energía y conocimientos técnicos de nuestro género. Puesto que las personas necesitan y quieren comer varias veces al día, la comida no sólo es cara, sino intercambiable por otros bienes y servicios. Más adelante mostraré cómo surgió una organización distintiva de la vida social de los homínidos, cuando la comida empezó a intercambiarse por servicios sexuales. Pero todavía no estoy preparado para contar esa parte de la historia".

Tenemos fama los mosqueros de trabandablas pero es que el agua fría, las caminatas y darle al lance sin parar son buenos estimulantes del apetito. Para satisfacer las hambres uno ha pasado por fases muy diversas. Durante muchos años el gusanillo moría con un pequeño bocata de jamón con tomate y un bochinche de agua del mismo río, otros años solo llevé fruta: naranja y plátano, hasta viví la atroz costumbre en mis veinte, cuando aún desconocía el sashimi, de llevar sólo sal y pimienta en el macuto y comerme una trucha, una tenca, un día hasta una carpa aún palpitante, en crudo, sacando filetillos de las partes más nobles de la bestezuela, sin piel y sin espinas, tan sólo bien salpimentados los pedazos y ñam, dejaba la raspa y los despojos sobre una piedra como hacía cualquier hermana nutria. Luego pasé la triste fase de las barritas energéticas y las bebidas isotónicas. Más tarde los años ascéticos de llevar cuatro higos pasos rellenos de nueces. En los años dorados, que fueron muchos, satisfacíamos el apetito parando en una tasca cercana al coto en la que nos pedíamos innumerables raciones de cochinillo frito y callos picantes.También pasé la fase gourmet en la que llevaba al río emparedados rellenos de queso a las finas hierbas y bacalao ahumado, foie con mermelada de naranja, merluza frita y alioli, regado todo con su buen vino y hasta con benjamines de champán. Hay que estar loco. Ahora llevamos viandas ricas pero sencillas, ántima, jamón, longaniza, morcilla de calabaza, queso de cabra, membrillo, manchego en aceite… y almorzamos a pie de río, sobre el lujoso banco de una piedra musgosa.

Un amigo filósofo y economista dice que las necesidades básicas del hombre civilizado son comer y leer, pescar y conversar, y que el resto son secundarias y muchas veces prescindibles. Yo podría alguna necesidad más pero tampoco muchas, acaso dos o tres. Si, esas que estás pensando.


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