Vivir al margen. Estar ahí. Descubrir que la realidad no habita en las televisiones, ni en la trama de las teorías. Entender que el tiempo es otra cosa. Tocar el agua. Respirar. Descansar bajo una encina joven. Morder el bocadillo. Beber el agua fría tras tener de verdad mucha sed. Seguir con la mirada la mosca adivinando su navegar hasta el hambre del barbo. Volver a lanzar sin sentir que la caña es un objeto ajeno a nuestro brazo. Borrar todas las fronteras que encierran las horas. No sentir llegar la tarde. Luchar. Caminar río arriba con los pies mojados. Los olores. Los colores. La luz. Los peces dorados.
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