Van pasando las grullas cantando su viaje y el horizonte es claro
como pocos días lo son. Esos en los que el destino se disculpa antes de que el
frío de noviembre muerda. Baja a pescar temprano, apenas unas horas. Caña
pequeña y línea fina, mucha lentitud, mirar el agua buscando las aletas, el
hociqueo arriba, lanzamientos sutiles, hormiga gris y roja.
La encina muerta parece la garra gigantesca de algún animal prehistórico
recién desenterrado. El pantano ahogó hace ya muchos años un pueblo medio olvidado y
es triste tener esa certeza. Al fondo hay una isla convertida en Edén para
estúpidos en medio de la ciénaga. Sólo la grullas contemplan al pescador abajo,
descansando como ellas antes del nuevo invierno. El oro de los peces es el único
tesoro memorable. Otras riquezas hay y otras ambiciones, ninguna como el pez aún no tocado.
Esto se acaba Ramón. Pronto tocará, a los peces y a nosotros, regresar a los cuarteles de invierno para dejar pasar el frío. Nos quedará el tacto de plumas, hilos y acero para hacer más soportable la espera. Un saludo y que el invierno será leve
ResponderEliminarBueno, ¡¡aún me quedan los lucios!! con esos moscones que parecen plumeros de quitar el polvo al mueble del salón...
EliminarTuve un día espléndido, porqué en camiseta desde las nueve de la mañana. Cañita de fibra de vidrio corta, 6 pies y línea 3. Paré las carpas antes que con el cañuto de 9 pies y seda 7. Pero sí, fue una buena despedida de los ciprínidos...