miércoles

HITA & MATHEU


En España sólo tenemos dos “cazadores de sonidos” de la naturaleza: Carlos de Hita (http://www.carlosdehita.es) y Eloísa Matheu (http://eloisamatheu.com) Salen con sus equipos y sus micrófonos galácticos al campo a cazar sus sonidos. El sonido de la vida salvaje cada día es más difícil de cazar sin que nos llevemos el ruido de una carretera, una motosierra, una bomba de agua o un reactor a diez mil metros cuyo rugido remoto lo tapa todo. El currículum laboral de Carlos de Hita es impresionante, su archivo sonoro es uno de los mejores de Europa. No hay animal o paisaje que no esté atesorado en sus equipos. Sus sonidos están en cientos de pelculas ﷽﷽﷽﷽r a diez mil metros cues impresionante, su archivo sonoro es uno de los mejores de Europa reactor a diez mil metros cuículas y documentales. Las últimas han sido “Cantábrico”, “el viaje de Unai”, “Guadalquivir”, “Marcos, el lobo solitario”… De Eloísa guardo como un tesoro un CD ya antiguo que se llama “Paisajes Ibéricos” (ediciones Alosa) en el que están grabados y puede escucharse como si estuvieras allí “el despertar de la dehesa” o “el bosque al alba”. Los que hemos prestado atención a los sonidos del campo, ya sean aves, insectos o mamíferos, y sobre todo esa mágica mezcla, cuando escuchamos todos estos “paisajes sonoros” sabemos de la inmensa dificultad de grabarlos, limpiarlos y presentarlos o componerlos de tal forma que, si cerramos los ojos, imaginemos que estamos allí de verdad y cuando les preguntas cual es el mejor equipo para grabar esos sonidos ambos responden lo mismo: paciencia.
Era muy temprano. Casi te daba pudor arrancar el coche y romper con su petardeo todo ese silencio acumulado en la plaza. Sólo cuando enfilarse la calle de abajo aceleraste a fondo en segunda sin importarte el ruido del motor del 127. En la carretera pusiste a Rainbow, “Can´t Let You Go”, que comienza con un órgano de iglesia antes del tactacatac de la batería y el guitarreo. Entonces recordaste aquellas palabras de Thomas Bernhard, casi recitadas por alguien que amabas, y a las que no dabas demasiado crédito: "Todos el mundo muere con música en la mente, cuando todo lo demás -personas, recuerdos- ha desaparecido ya."  Claro que tu no tomabas tus cañas en Salzburgo… a no ser que metieras en el “saco musical” a los ruidos del agua…El sonido del agua es siempre muy diverso, como la voz y el estado de ánimo de una persona: gorgojea, susurra, canta, grita, chilla, murmura, tararea… y además tiene muchos tonos, timbres e intensidades según cada río, lugar del río, cada estación y cada día. Te gusta el tintineo alegre de las zonas del torrente que no acaba de romper, el sonido bronco y energético de un rompiente cuando estás metido en ella, el estruendo de la crecida cuando todo es espuma y desborde, el burbujeo metálico de un caño pequeño, el sonido lejano cuando llegas caminando y aún no se ve el río. Además, junto al agua, suena su fauna: los mirlos, los patos en vuelo, el ladrido del corzo que te avisa y su bosque de ribera con ayuda del viento o la brisa. Al evocar somos animales visuales, también olfativos, pero tenemos poca evocación auditiva, aunque hayamos inventado la música y la música sí funcione para rescatar cachivaches de nuestro desván cerebral. Pero fuera de la música, la memoria encuentra pocas composiciones sonoras naturales o artificiales, ruidos o sonidos, que conmuevan y evoquen... Cierras los ojos y escuchas con facilidad tu río, el sonido distinto de sus rápidos a la entrada de las pozas o chorreras o tablas. Y el gruñido de una jabalina grande con toda su camada que se levanta a mi lado, por sorpresa. Este es mi archivo sonoro en la memoria de hoy.

 

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