lunes

BIG FISH (En memoria del actor Albert Finney)


“Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Siguen viviendo cuando él ya no está. De esta forma, el hombre se hace inmortal.” (Big Fish. Tim Burton.)

Bajamos río abajo buscando su final, pero los ríos nunca terminan, acaban en otros ríos y en otros y en el mar y en una nube y en un arroyo y en el río. Descansamos junto a unas ruinas milenarias tartésicas, iberas, romanas, árabes, medievales, nuestras. Junto a un bosque de encinas muertas el año que yo nací. Muchas tenían quinientos años, hubieran llegado a mil, quién sabe si a más. El agua estaba fría. El aire más limpio que el aliento de un recién nacido. Comimos un bocadillo de jamón junto a una piedra de moler de mano que hace muchos siglos trituró trigo para hacer otro pan no tan distinto. Dejé la caña junto los restos de una vasija romana que guardaba aceite o almendras o nueces o vino o quién sabe. Cruzó una cierva a veces tímida, también curiosa. El hijo pescador estaba al lado, asombrado, atento, tranquilo, despierto, sabía que feliz. No pescamos nada. Tres grandes carpas comían en un recodo. Las asusté con un lance demasiado ambicioso. Caminamos juntos unos catorce kilómetros por sendas perdidas hasta llegar a donde el gran río entra en un embalse triste y el pequeño río desaparece en un llano desértico antes de pasar por el pequeño puente romano donde duerme un gran duque y un grupo de bulliciosos murciélagos. Una vez el gran río corrió por aquí bronco y rápido. Corrió así milles de años hasta que lo paramos. Me sentí en paz. Sin ninguna otra ambición más que respirar ese aire y mirar lejos, allí donde miraba el hijo pescador. El tiempo parecía estar al margen, ajeno a nuestros pasos y al sol. Nos reímos. Hablamos de películas, música, libros, tiempos antiguos, ese futuro presentido. Del actor que hace de padre en Big Fish y que ha muerto. De lo único que importa. De la gran carpa que se fue. De la primavera deseada, por llegar. De nada. Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Y en un gran pez.



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