Se mete uno en
las gargantas con ganas de pescar mucho y bien, con la sensación feliz de poder
estar muchas horas en el agua y acabar agotado y en paz con el mundo. Han
ganado los mejores y hemos ganado todos porque pescar en las gargantas de la
Vera ya es ganar mucho de lo más importante: amigos, secretos de pesca,
reencuentros, tiempo en libertad, risas, truchas con los colores de los sueños
de los pescadores.
La gente que lo
hace ha trabajado mucho por nada, mucho y bien, y uno agradece en silencio
tanto derroche para hacernos felices tantas horas, para que todo fluya fácil
como el agua, aunque uno sabe de las dificultades, complicaciones, los muchos
trabajos y desvelos que trae este master para que discurra así, transparente y
alegre como el torrente, refrescándonos a todos los días y calentando nuestro corazón de mosqueros andantes.
Han ganado los
mejores: Ángel Luis y Juan Antonio, Jorge y Manuel, José Manuel y Enrique, Víctor
y José Antonio, Isidro y Jairo (y las casi 2.000 truchas autóctonas y salvajes que siguen vivas). Aunque tal vez los demás hayamos ganado igual,
incluso más, tres días de pesca intensa y salvaje en dos gargantas bellísimas,
esculpidas por los siglos y los glaciares, las riadas y el sol, el granito y la
lluvia, abrigadas por el paredón de Gredos y la sombra de los bosques de robles
y los helechales verdísimos.
He disfrutado
despacio pero de forma intensa cada poza y cada rasera, cada lance y cada
trucha tocada, he disfrutado de nuevo del baile de saltar de cancho en cancho río
arriba y de la compañía de todos. Este paso de baile es difícil, más de uno se
cae y prueba la dureza pulida de las piedras, pero cuando se aprende el paso,
bailar aquí es de lo más divertido, mucho más que en los ríos de orillas mansas
y civilizadas.
Es fácil a
veces tocar un poco de felicidad, basta compartir el tiempo en un torrente de
montaña, pescar en estos pequeños paraísos de agua, tan reales y cercanos. Recuerda uno las palabras del amigo Ota Pavel en su libro “cómo llegué a conocer a los peces”:
"La pesca es, antes que nada, libertad. Caminar
kilómetros y kilómetros en busca de truchas, beber agua de las fuentes, estar a
solas y libre al menos durante una hora, unos días, o hasta semanas y meses.
Liberado de la televisión, de los periódicos, de la radio y la
civilización." (...) “Si quieres ser feliz una hora, emborráchate; si
quieres ser feliz tres días, cásate; pero si quieres ser feliz toda la vida,
hazte pescador".
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