La piel de las
truchas la pintaron los milenios. Me gusta Stephen Jay Gould y su teoría del
equilibrio puntuado que explica cómo la evolución mantiene largos periodos de
estabilidad interrumpidos por momentos cortos y poco frecuentes de bifurcación
evolutiva. Así que en algún momento de la historia de la vida en el agua la
piel de las truchas se llenó de manchas, sombras y pintas.
Su piel es delicada, con escamas pequeñas y, como muchos peces, sus colores de
ensueño palidecen o desaparecen si ellas mueren. Sé que sería mejor ni
tocarlas, pero me gusta cogerlas con la mano, meterlas en el agua y sentir en
los dedos el rabotazo de huida a su refugio.
Sus dibujos,
pintados tan despacio por el tiempo, nos describen maravillosos paisajes
fractales, raras simetrías, bellísimas combinaciones de color en su piel viva.
Como si fueran joyas barrocas que inventó un artesano antiguo, diminutos lienzos coloreados
por Monet con los óleos de la genética, el azar y la adaptación al medio, estiletes damasquinados
forjados en el crisol de la vida con los metales más brillantes de la tierra. Pececillos
de frágil acero que cortan el agua y reflejan el sol.
Trucha Lapona |
¿Qué hubiera creado Van Gogh de ser pescador de truchas?
ResponderEliminarEs una lástima que no lo fuera.
ResponderEliminarDe su tiempo hay mucho bodegón con truchas muertas.
Lo curioso que es en casi ninguno se aprecian de verdad los colores, se nota que para los pintores eran un pez más, comprado o pescado para la ocasión sin reparar en los colores que tenían cuando estaban vivas.
Muy interesante la novela de El dibujante de peces,¿la conoces?
ResponderEliminarNo la he leído, aunque la tengo entre mis libros pendientes para comprar en la feria del libro desde que salió una breve referencia en la extinta Trofeo Pesca.
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