¿De verdad
todo lo desgasta el tiempo? ¿O somos nosotros los que permitimos que la
dejadez vaya borrando lo que un día nos pareció intenso como una explosión
termonuclear en medio del sol? ¿De verdad la intimidad y los días erosionan
aquella belleza que nos excitaba siempre? ¿O somos nosotros los que aceptamos
que el deseo se desmorone sin remedio aunque una vez lo imaginamos duro como
una diorita arrogante en la intemperie? Pero hoy, esta madrugada, todas esas
preguntas son ceniza de cigarrillo arrinconado en una acera de la ciudad,
retórica de postureo recitando a Keats, elucubración de pajillero cuarentón, ripio de poeta
aficionado a las pintadas con spray. Acaricias las estrías de su culo, la
cicatrices de su vientre, los músculos fuertes de sus piernas, las aréolas
grandes, la leve curva de su sonrisa. Besas sus párpados para que no te queme el
brillo de sus ojos y bajas luego hasta el ombligo y le das la vuelta porque la
evolución y Darwin fabricaron el culo para algo.
De camino al
río te preguntas que haces ahí, atravesando la noche hacia la nada, por qué no
te has quedado a celebrar el domingo, a buscar entre los gestos de su despertar
aquello que nombrasteis en susurros o a reconocer con asombro que hay partes en
vuestra memoria de diorita. Tienes que esperar en el coche a que amanezca y por
la radio describen los espantos que se perpetran no muy lejos, el babeo del
político mamón que se cree alguien, la enumeración minuciosa de todos los
vencidos. Apagas el cacharro. Abres la ventanilla. Entra el frío. Con la penumbra
disolviéndose en la niebla ya sales al camino con la caña montada y la mirada
aún perdida en el asombro de las horas de antes. No sabrías delimitar que fino arroyo de cristal separa la alegría de la felicidad, tal vez su duración, tal
vez sus mitos, quizá la hondura de una u otra poza.
Ya se ve bien. Bajas deprisa. No te espera en la orilla ninguna ondina ni nereida, la de verdad estará aún dormida lejos de allí. Pero quieres presenciar de nuevo, un año más, los dedos de la aurora junto al agua ese primer día de la temporada, como hiciste tantas veces, con la emoción intacta igual que esa diorita que has imaginado para aludir a esa mezcla de amor y de deseo que has tocado antes. Atas dos ninfas del doce, verde y azul, grandes, pesadas y peludas. Lanzas arriba, en la curva donde desaparece la espuma y luego acompañas la deriva caminando por la arena gruesa de la orilla. Profundizan muy rápido. Cuando notas que alguna toca el fondo tiras un poco del sedal. Has sentido el temblor, la rigidez, luego el tirón, el corazón a mil. Nunca es igual.
Ya se ve bien. Bajas deprisa. No te espera en la orilla ninguna ondina ni nereida, la de verdad estará aún dormida lejos de allí. Pero quieres presenciar de nuevo, un año más, los dedos de la aurora junto al agua ese primer día de la temporada, como hiciste tantas veces, con la emoción intacta igual que esa diorita que has imaginado para aludir a esa mezcla de amor y de deseo que has tocado antes. Atas dos ninfas del doce, verde y azul, grandes, pesadas y peludas. Lanzas arriba, en la curva donde desaparece la espuma y luego acompañas la deriva caminando por la arena gruesa de la orilla. Profundizan muy rápido. Cuando notas que alguna toca el fondo tiras un poco del sedal. Has sentido el temblor, la rigidez, luego el tirón, el corazón a mil. Nunca es igual.
No dudas que
el tiempo desgasta las suaves piedras de granito que pisas bajo el agua y la
vida que tienes y tus dedos que antes temblaban metidos en su cuerpo y ahora
sujetan la trucha y mañana quien sabe. La belleza está ahí, estuvo siempre, en
el perfil de su culo, en la curva del río, en la trucha prendida, el camino de
vuelta, la mañana suave, la sonrisa que tiene, la certeza de meses por delante
junto al agua y junto a ella. La belleza está ahí, estuvo siempre, tan invisible a muchos, porque es necesaria la voluntad, el esfuerzo y el empeño de no perder
de vista todo eso, de perseguirlo siempre y no dejar que nada desgaste esa diorita áspera y distinta que todos tenemos dentro.
Un nuevo y hermoso relato.
ResponderEliminarMuchas gracias Ferran.
EliminarPor cierto, me acabo de dar cuenta que tienes la dirección antigua del blog. La actual es www.remontandorios.org
ResponderEliminarUn saludo y líneas tensas
Es verdad, no lo había actualizado. Merci.
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