Subimos por una de las zonas más bellas de nuestra garganta, desde las Dos Juntas hasta el Puente Jaranda. Un lugar salvaje, solitario, difícil, de charcos preciosos y trucha autóctona.
Tal vez un lugar demasiado duro para mi hijo el pescador. Acabamos agotados pero el campo estaba hermoso. Blanco de flores de retama, de flores de espimo, de cerezos en flor, de agua transparente. Mi hijo el pescador dice "yo aquí no vuelvo". Ha perdido muchos señuelos y no le ha picado ninguna. Pero el sabe que volverá, que estas truchas no se dejan engañar por cualquiera, que pescar conmigo es duro y difícil siempre.
El remate fue caminar luego cuesta arriba por la calzada romana hasta donde estaba el coche.
Agotarse, no esperar nunca el premio, disfrutar de cada instante incluso del cansancio. A veces llegamos al límite de nuestras fuerzas... o no tanto. Después de comer hubo más pesca y el domingo snowboard en La Covatilla, la nieve perfecta, sin gente, mano a mano él y yo, entre la niebla y la ventisca.
Quién quiera vida sedentaria que se busque otro sitio. Otra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario