Te gusta
pescar en Julio sin vadeador. Sentir el agua fría en las piernas, mojar la
gorra, meter la cabeza un segundo bajo el agua, sentarte unos minutos bajo la
sombra de una sauce joven para cambiar la mosca. Cortas el tricóptero negro y
atas una parachute rojiza con un moñicle blanco. Las truchas que clavas son
pequeñas pero no has ido a esa garganta por ningún monstruo. Todos los canchos,
grandes o pequeños, sus redondos y suaves, de durísimo granito lavado y
moldeado por puñados de miles de años. Tal vez por eso sientas allí tanta
quietud, porque un día de este río no es nada.
Te agachas
como una animal a beber directamente de la corriente, sin utilizar ni siquiera
la mano como cuenco. Hay tan pocos sitios ya en lo que se puede hacer ese gesto.
Los bordallos también suben a la mosca y tú los tratas con la misma dignidad
que a las princesas truchas, con similar cuidado y respeto. No hay peces
grandes en este torrente pero ya es grande el paisaje de Gredos. El pequeño
valle que se empina hasta el filo de las cumbres mantiene el mágico verde de
los robles y los líquenes, los helechos y las jaras. Detrás de ti no hay nada y
casi nada importa. Nada de lo que hiciste pulió ninguna de estas piedras y sin
embargo, aunque nunca lo digas, aunque sólo lo escribas en tardes como esta,
quisieras dejar un valle parecido en el corazón de tu hijo el pescador, un
hueco grande, verde y salvaje en el que se sienta bien, libre, tranquilo,
seguro, cuidado, con una piedra en sombra, bajo un sauce pequeño, en la que
pueda cambiar sin prisas el señuelo y sentirse cansado y en paz.
Es tan
difícil. Has visto ríos que cuidaron los siglos convertidos en barro sucio.
¿Lograrás hacerle un valle parecido con las palabras?
¿Lograrás que este valle pequeño e ignorado siga igual para él dentro de veinte años?
¿Podrá seguir bebiendo del agua a morro y pescando pequeñas truchas y bordallos?
¿Lograrás hacerle un valle parecido con las palabras?
¿Lograrás que este valle pequeño e ignorado siga igual para él dentro de veinte años?
¿Podrá seguir bebiendo del agua a morro y pescando pequeñas truchas y bordallos?
Sigues río
arriba.
Las tardes de verano son muy largas.
Las tardes de verano son muy largas.
Quizá no puedas cuidar el río para él, pero seguro que puedes proveerle de un magnífico recuerdo que llevará siempre consigo. Allí, en su memoria, el valle seguirá siempre imperturbable. Un saludo
ResponderEliminarEso pienso. Eso creo Jorge. Aun así pienso que muchos valles seguirán limpios y vivos. Me resisto a pensar que seamos tan inconscientes como para vivir en un entorno arrasado.
ResponderEliminarOtras veces pienso que si, que hay millones de personas a las que no importa destruir la poca vida salvaje que nos queda mientras su pequeño jardín está cuidado y limpio.
Bonito lugar para perderse ese "Valle" que comparto contigo.
ResponderEliminarEl sábado intentaré recorrerlo a ver si encuentro alguna de sus merodeadoras.
Un saludo