lunes

VOZ


Jaume en las cascadas del Kultsjöan

Decimos que ríe el agua. Algunas veces sólo ronronea. En algún lugar canta o grita con voz fuerte y profunda. Acogedora para algunos. Amenazadora para otros.

La voz del agua, como la del fuego crepitando en una chimenea, como la del viento entre los árboles... la tenemos prendida en nuestra memoria ancestral de humanos nómadas.

Y junto a las voces del agua, las de las aves que viven en los bosques de ribera, el murmullo de la brisa entre los sauces y las malezas de la orilla. Nunca hay silencio en un río porque el silencio es la muerte de todo y junto al agua la vida explota y suena por todas partes.

Sentimos la voz del agua cuando vadeamos y la corriente nos golpea, estamos entonces dentro mismo del instrumento musical que vibra, dentro de su garganta. Hay voz también en el silbido de nuestro vareo con la caña, en el pez que salta fuera del agua y vuelve a desaparecer en menos de un segundo, en los abejorros, las libélulas, las ranas, el cuco, la perdiz, el ruiseñor, el mirlo... Es la “soledad sonora” de la que hablaba tan bien Luis de León.  No es una música porque no hay nada humano en esas voces, pero al pescador le suena armonioso, acogedor, conocido, nuestro.

Hasta hay CDs de todo eso. Una moda musical “neojipi” llamada New Age ha grabado todos esos sonidos de la naturaleza, todas esas voces del bosque, los ríos, el otoño, las aves salvajes para un público ávido de cerrar los ojos y sentir que no está en la urbe sino en una naturaleza ideal y prístina. Pero para el pescador no es lo mismo, eso sólo un pobre sucedáneo.

Para el futuro viaje a Marte, dentro de algunas décadas, preparan también grabaciones de las voces de los bosques y los ríos para que los astronautas, en los largos meses por el espacio vacío, no se vuelvan locos, no les entre la morriña de todos esos sonidos que descubrimos y solo valoramos cuando nos faltan y estamos lejos.

Uno necesita también pescar por eso, para escuchar la voz y la risa de los ríos. Su susurro o su grito profundo. Es una canción antigua y salvaje que está grabada a fuego en nuestro genes nómadas de homo sapiens pescador y que yo necesito escuchar con frecuencia para no ser también un astronauta triste de viaje por el vacío y el ruido urbano, ya sea camino a Marte o a la oficina.

Los pescadores hablamos mucho de truchas y señuelos, de tablas y pozas, moscas y picadas. Y poco de la risa del agua. Sin embargo sabemos escucharla, nos apasiona esa voz que nos llama y nos cuenta secretos y sabe nuestro nombre.


En el Saja





2 comentarios:

  1. Es un placer abrir tu blog para leerte y mucho más hablando de la risa del agua, esa que tintinea en mis oídos cerca de la orilla y que deja rastros "donde el agua ríe".
    Gracias y un saludo.

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  2. Muchas gracias Alvaro... así es... suena "donde el agua ríe" (http://dondeelaguarie.blogspot.com.es/) que me gusta mucho.

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