(...)“De repente una sombra oscura y ovoide pasó nadando por debajo de
nosotros. Volvió. Una carpa. ¡Y qué carpa! Asomó su hocico redondo y tomó aire
de la superficie. Después llegó otra. Parecían embriagadas, no les importaba lo
más mínimo que estuviéramos allí, mirándolas. En cuestión de segundos, la
superficie se llenó de carpas, y no dejaban de llegar más. En ese momento algo profundo
y desconocido se apoderó de mi padre. Se arrodilló en el hielo, se arremangó y
empezó a acariciar a las carpas en la cabeza y en el lomo y a arrullarlas”.
(...)“De modo que las anguilas serían como poemas de los más talentosos
poetas checos. Habría en ellas mar, luna, río, muerte. Y sol, al cual odian. En
su interior, la enjundia del fasto, sus banquetes en noches lúgubres. En su
interior el hambre del ayuno y de un peregrinaje sin fin.”
(...)“El tío Prosek encabezaba la expedición con su sombrero de paja,
después iba papá con su mata de pelo, luego Hugo, Jirka y yo. Llevábamos cañas
largas: llegaban hasta las estrellas que habían aparecido en el firmamento. Con
semejante vara quizá se podrían encender estrellas, igual que las lámparas de
gas de la Ciudad Vieja.”
Ota Pavel. “Carpas para la Wehrmacht”. Sajalín Editores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario